Hermann Alexander Graf Keyserling
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
“¡Es mucha calle, señor, la calle de la Montera!”, se grita en una comedia de don Narciso Serra. Es mucho pollo, señor, el pollo de la Montero, este jueves, en la Carrera de San Jerónimo:
–¡Las demócratas somos más y vamos a parar los pies a esta banda de fascistas!
En la calle de la Montera estaba “La Favorita”, ante cuyo escaparate el conde Keyserling preguntó un día a Ruano: “¿Le gustan a usted los pájaros grandes?” Los “pájaros grandes” eran pollos que vendían asados, y Keyserling se comió tres de pie junto al mostrador, con los dedos, y luego se fueron a cenar.
Para la democracia a la española, cuyo mediodía no parece haber cumplido las promesas de la aurora, cada pollo que monta la Montero es como un aperitivo del conde Keyserling, y tranquiliza saber que las demócratas (las comunistas) son más que las fascistas (liberales), que son una banda.
Ayuno de lo que es democracia y ahíto de lo que lo parece, el españolejo habla de democracia por lo que oye en la peluquería de Ferreras, cuyos sacamuelas son todos fetichistas de esa palabra y la usan de “avemaríapurísima”, con lo cual el españolejo no entiende que la democracia, o mando de los muchos, siga siendo algo tan de los pocos como cuando… entonces (nuestra legislación democrática proscribe la palabra franquismo).
–Era el mundo de unos pocos, y eran muy pocos –dijo Churchill, que también dijo lo de la excepción democrática, e inspirado en el “Enrique V” de Shakespeare, lo de que nunca tantos debieron tanto a tan pocos.
Hablamos de pocos y muchos por no hacerlo de ricos y pobres, que nos metería en el jardín de la lucha de clases. La historia de los pocos y los muchos es la historia de la confrontación de las elites y el demos, que agachó las orejas en Atenas y tardó dos mil años en volver a levantarlas. Los pocos mandan y los muchos obedecen. Para asegurarse su posición, el elitismo inventó primero el liberalismo, que es la forma fina (meñique levantado) de mantener a los muchos alejados de los pocos.
–El negocio del gobierno es, y debe ser, el negocio de los ricos, que lo obtendrán por las buenas o por las malas –dejó dicho el señor padre de Stuart Mill, James–. El único medio bueno de obtenerlo es el sufragio universal.
Luego, cuando al liberalismo le temblaron las piernas, el elitismo inventó el comunismo, que es la forma bruta (puño en alto) de seguir manteniendo a los muchos alejados de los pocos, razón por la cual Wittfogel pudo decir, en su estudio comparativo del poder totalitario, que 1917 es, desde el punto de vista de la libertad individual y la justicia social, “el año más fatídico de la historia moderna”.
–La tarea del elitismo en la era de la democracia –escribió Wolin– no es resistirse a la democracia, sino aceptarla de manera nominal y luego dedicarse a persuadir a las mayorías de que actúen políticamente en contra de sus propios intereses.
Sólo que el elitismo era ya el Partido Demócrata.
[Viernes, 25 de Noviembre]