sábado, 19 de febrero de 2022

La nueva religión

Luc Montagnier, a los 5 años

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Ha muerto Luc Montagnier, el Nobel que descubrió el VIH, pero el Santo Oficio Liberalio le niega la tierra sagrada porque en “la Coviz”, mito del Nuevo Inicio, llevó la contraria a Carballo, el jefe de urgencias de La Sexta, al decir que “los no vacunados son los guardianes de la humanidad”.
    

Es la “tecnoidolatría” de Laporte en el Congreso, la “religión secular” de Negro en “El mito del hombre nuevo”, un calvinismo secularizado: politizado. El calvinismo es un legalismo (Calvino es abogado, ¡como Rivera!) y todos (Hobbes, Rousseau, Kant, Casado) creen en la omnipotencia de las leyes. ¡Ley de pandemias ya!

 

El totalitarismo necesita una fe, y esta fe es la religión secular, una religión de Estado que engorila a las maras de liberalios. Después de todo, el calvinismo estuvo detrás de las guerras civiles que asolaron la Europa del XVII hasta el edicto de Nantes.
    

En España la libertad siempre fue vista más como una carga que como una renta, y hoy sólo es el eslogan del anuncio de un landrover. Más allá de la broma de don Salustiano Olózaga, para dar con un tratadista de la libertad hay que salir al extranjero, donde el más asequible sería Benjamin Constant, que en sus notas para “La liberté de la pensé” anticipa una locura conocida.
    

A la Revocación del Edicto de Nantes, dice Constant, siguió una ley (¿de pandemias?) por la cual los enfermos que rechazaban los sacramentos (hoy, todo derecho obligatorio, como la vacuna) serían tras su muerte arrastrados por el fango y tendrían sus bienes confiscados: se veían sacerdotes encolerizados que, viático en mano, escoltados por un juez (¡el Estado de Derecho!), sus ujieres y ayudantes, se dirigían a las casas de los moribundos para intentar conseguir que los ancianos, en su agonía, cometieran sacrilegio.
    

Los exponían como espectáculo a la multitud atraída por la curiosidad, que se estremecía de dicha al ver al hereje humillado.
    

Y cuando el desdichado expiraba, ese populacho fanático se regocijaba insultando sus restos.

[Sábado, 12 de Febrero]