Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Los dos refinos totalitarios de la poshistoria en el Mundo Libre son Trudeau y Macron, Justino y Manolo para el vulgo, uno en bajito y otro en grandullón. En el futuro, todos los dictadores serán así.
Manolo, que presume de Ilustración y Revolución, reniega con grandes aspavientos del tuteo jacobino impuesto so pena de guillotina. Con su promesa de “joder a los no vacunados” se sintió un dios homérico con abominable capacidad para observar el sufrimiento como una rama del deporte en el mando. Es el depositario de la Ilustración que arrestó a Malesherbes, abogado defensor del Rey ante la Convención, y a toda su familia, ejecutada ante sus ojos.
–Después de todo ¿tan pura era su sangre? –había gritado el pijoaparte Barnave cuando las protestas por los crímenes de la Bastilla.
Más frívolo aún, Justino sería la mezcla ideal del Fidel Castro de Cabrera Infante (“el doctor Castro”, lo llamó siempre “The Times”, o sea, un Phidel Kastro) y el Cayo Calígula de Suetonio, ese Suetonio que, brazos en jarras, llegado el momento, advierte: “Hasta aquí he hablado de un príncipe; ahora hablaré de un monstruo”.
Suetonio atribuye a los extravíos del espíritu la reunión en Cayo Calígula de dos defectos muy opuestos: confianza excesiva y excesiva cobardía. Ante la marcha de los camioneros canadienses, acontecimiento silenciado mediáticamente de un modo que hubiera engorilado a Willi Münzenberg y al doctor (otro) Goebbels, Justino, en tanto que líder del Mundo Libre, huyó para esconderse en “algún lugar desconocido” con la orden de arrestar a quien ayude a los manifestantes, como en la fatua de Alfonso VI contra el Cid en su destierro.
–De lo que estamos muy orgullosos es de haber infiltrado en los gobiernos a nuestros Jóvenes Líderes del Fondo Económico Mundial, como Trudeau –dijo en la John F. Kennedy de Harvard, en 2017, Klaus Schwab, el cara-huevo del Gran Reinicio que pretende arreglarnos este mundo antes de irse al otro.
Pero el Canadian Freedom Convoy es cosa de Putin.
[Viernes, 11 de Febrero]