lunes, 7 de febrero de 2022

Infantinos y ceferinos


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    El fútbol aburre a la nueva juventud. Le falta leyenda (en jerezano, lecturas): hay futbolistas que, por lo visto, saben leer los partidos, pero no los libros, que esos, desde que se fue Pardeza, sólo los lee (al menos los de trigonometría) Álvaro Benito. ¿Y qué dice del fútbol la Agenda 2030?
    

Sabemos que en 2030 los aficionados nos alimentaremos exclusivamente de césped, pero nadie garantiza que con eso vaya a salvarse económicamente el fútbol como lo conocemos, y los dueños de la vaca se devanan los sesos buscando fórmulas para mejor repartirla, dando ocasión a la guerra de los infantinos, que con la Fifa controlan lo grande (pescuezo, pecho, morcillo, costillar, falda, contra y morrillo), con los ceferinos, que con la Uefa controlan lo mollar (el solomillo), fuente de tantas greguerías gastronómicas de García. Europa y Resto del Mundo. Infantinos y ceferinos, güelfos y gibelinos, Capuletos y Montescos. Hagan juego, señores.
    

En Europa el Mundial se juega dos veces por semana, porque los mejores jugadores del mundo juegan allí –prepara el terreno Infantino.
    

Infantino, que para los italianos es suizo y para los suizos es italiano, ha presentado al Consejo Europeo su plan de Mundial bianual. ¿Y por qué no anual? Después de todo, el mundo tiene pinta de estar yéndose al garete, y si queremos que todos los países de la Tierra organicen su Mundial habría que darse prisa.
    

Infantino es filántropo, y la filantropía tiene su propio ritmo. Hace unos años viajó a Cuba a ponerle una camiseta con su nombre y el número “9” al dictador Raúl Castro, hermano blando de Fidel, hijos de gallego y libanesa, que prohibieron en Cuba el oeste “The Wonderful Country”, con Robert Mitchum, porque los villanos de la película se llamaban los Hermanos Castro.
    

El presidente Raúl Castro ya marcó muchos goles en su vida y ahora va a marcar goles de fútbol –dijo Infantino al colocarle la zamarra al dictador, y lo dijo en español, porque el prestigio de Infantino se asienta en que habla seis idiomas.
    

A continuación, quizás por no infringir la ley cubana contra la extravagancia (uso de vaqueros, pelo largo e incluso barba), Infantino aclaró a los presentes que el “9” no era en fútbol número baladí, “pues el ‘9’ es el número del goleador”, y su deseo era que Raúl Castro fuera el “9” de su proyecto Forward, por el que la federación de cada país recibiría 750.000 dólares anuales para sus cosas. Ahora en el Consejo de Europa ha cantado “a capella” el “We Are The World”:
    

Vemos que el fútbol se desarrolla en una dirección en la que algunos lo tienen todo y otros nada. Tenemos que dar a los africanos oportunidades y dignidad.
    

(Traducción: “No podemos seguir fingiendo día a día / Que alguien, en algún lugar pronto hará un cambio / Todos somos parte de la gran familia de Dios / Y la verdad, ya sabes, el amor es todo lo que necesitamos…”)


    Es Infantino, el nuevo líder de los No Alineados. Si esto no conmueve a los burócratas de Bruselas, ¿qué los va a conmover? ¿Que Kimmich se deje, finalmente, vacunar?
    

El estilo de Bruselas es una mezcla de la “progredumbre” de Infantino y de las “raíces kantianas”, como dicen los neocón, de Ceferino, que tiene la sartén por el mango, y llegado el momento también puede marcarse un “We are the world, we are the children / We are the ones who make a brighter day”. La TV paga por las estrellas, no por la posesión xaviana. Y a las estrellas las controla Ceferino, que acaricia al gato de la venganza invitando a los americanos a disputar… ¡la Eurocopa!
    

El panorama que se dibuja a corto plazo es un Mundial anual. Divididos los organismos del fútbol como en su día se dividieron los del boxeo, que tienen un campeón por cada asociación, con el aliciente de unificar los títulos peleando entre ellos, la Fifa organizaría el Mundial de los Años Pares, y la Uefa, el de los Años Impares. El Mundial de Infantino y el Mundial de Ceferino. El Mundial de Infantino sería sostenible, resiliente y ecopelotudo como una gala de los Goya, y su Mascota anunciaría vacunas en los descansos de los partidos. El Mundial de Ceferino sería jocundo, eurocéntrico y neocón como una gala del Balón de Oro, y su Mascota anunciaría autos de Elon Musk para mileuristas con valores.
   

 ¿No os gustaba la Superliga? Pues a apencar con el Minimundial.

Adela Fernández

KROOS Y EL TEQUILA


    José Alfredo Jiménez, que era quién más podía saber de tequila, después del Indio Fernández, no tomaba tequila, sino whisky, contó su hija Paloma. Y por la hija del Indio, Adela, sabemos que Sam Peckinpah llamaba a su padre Indio Tragafuegos, de verlo tomar no tequila, sino aguardiente y masticar chiles: nunca permitió que una mujer saliera de su casa de su casa en Coyoacán tocada por el tequila: “baño de tina con sales, frotada de Chanel y dormida entre jorongos de colores vistosos para levantar el ánimo”. Tequila, aquí, sólo ha tomado el centrocampista Kroos, según ha revelado él mismo: lo tomaba para celebrar, como el Mundial, y para olvidar, como la Champions del año 12 contra el Chelsea: “No había otra forma de aliviar el dolor”. Ahora es imposible mirar a Kroos, que podría salir al campo con poncho, y no pensar en Chavela Vargas en “El último trago”.

[Lunes, 31 de Enero]