Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Ahora que en la escuela quitan la filosofía, los ministros europeos se agarran a los filósofos para engancharnos a la nueva ola neocón. Una ex ministra de Aznar tira de Kant para envolver la vuelta a la Guerra Fría, y un ministro alemán tira de Hegel para envolver su Dictadura Sanitaria.
La imagen de Hegel que uno sacaba de la escuela era su lechuza de Minerva iniciando el vuelo al caer el crepúsculo, palabra a la moda por la literatura política de Fernández de la Mora. Ahora un ministro de Salud alemán con pinta de tonto adulterado por el estudio se viste de lechuza para reanudar el vuelo hegeliano:
–Dicen que la vacunación obligatoria se interpone en el camino de la libertad. Yo digo que la libertad es vacunarse. Hegel dijo: la libertad es la comprensión de la necesidad.
Lauterbach, ese ministro con pinta de tonto adulterado por el estudio, cree que la libertad es un invento alemán, y Hegel (imita su peinado), su profeta. Santayana, anonadado ante la gran cantidad de hegelianos que encontró en Inglaterra (“¿cómo podía ser que en Oxford y en Cambridge dejaran de ver en Hegel la huella de la serpiente?”), nos dice que la libertad alemana de Hegel es como la libertad de los ángeles en el cielo, que ven la faz de Dios y no pueden pecar.
Con peor malicia, su amigo Russell dice que para los hegelianos la verdadera libertad consiste en el derecho de obedecer a la policía, cosa que, privados de la filosofía en la escuela, ignoran nuestros adolescentes, y todos los días llegan videos de la kantiana Unión Europea con adolescentes (¡niñas!) reducidas a puñadas en el suelo por gordinflas uniformados (¿tapados de Putin?) con librea hegeliana (ya saben: “la libertad es la comprensión de la necesidad”), que así fue como los esclavos del cuento de Hegel pasaron con entusiasmo de la esclavitud forzosa a la servidumbre voluntaria, que es lo nuestro.
Hegel y su tropa son la libertad como sometimiento completo a cualquier forma de autoridad: sólo si uno se somete es libre, mientras que, si se rebela, es esclavo. Lo piensan los amos de la UE.
[Martes, 1 de Febrero]