Pep y Klopp
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En este momento, los tres entrenadores del “mainstream” socialdemócrata son Klopp, Pep y Zidane.
Yo hubiera incluido a Simeone, el mejor pagado, pero Simeone me hizo el sábado una mala pasada: llegué corriendo a casa para ver a Joao Félix, y cuando me senté frente al televisor, Simeone, que empataba a cero en San Sebastián, retiró a Joao Félix para dar entrada a Correa, futbolista barrial que, al parecer, sigue en el Atlético porque al final no vino Rodrigo,
el del Valencia, un goleador del que buscaba desprenderse su
presidente, el singapurense Lim, un nuevo rico que ha despedido a su
entrenador… por ganar la Copa del Rey, que no entraba en sus planes.
A pesar de sus petardos europeos, también hubiera incluido a Valverde, esa alquitara pensativa, que diría Quevedo. Se lo merece por haber sacado a pasear a Ansu Fati, futbolista que de haber caído en la jurisdicción de Zidane estaría jugando en el Canillas.
Klopp, Pep (los de la pomada dicen Pep, no Guardiola) y Zidane.
–El fútbol debe ser dominio y belleza, música y cultura –viene de decir por ahí Arrigo Sacchi, el conejo blanco de Alicia
en el Milán de las maravillas, antes de quedarse en conejo a secas a
su paso por el banquillo del Atlético y por la dirección deportiva del
Real.
Dominio, belleza, música y
cultura. ¿Qué quiere decir? Nadie lo sabe. Pero la gente lo oye y
grita: “¡Verdaderamente ese hombre es un profeta!” Sus tres entrenadores
son Klopp, Pep… y Wenger. De Zidane, que sería como un compendio
de los tres, pasa, a lo mejor porque Zidane todavía no ha pisado
Inglaterra, que es la Liga que le gusta a Sacchi, “por loca”.
Klopp y Pep son los entrenadores del Pueblo. Y los dos han llevado la política a la isla del parlamentarismo.
Pep,
es verdad, no se mete en camisas de once varas inglesas: su tema es
Cataluña, y con eso se monta su propio Speakers’ Corner en cada rueda de
prensa. Se pone su lazo de ratita presumida, cuenta a los viandantes
que no le dejan votar, o que tiene unos amigos en la cárcel, y ahí lo
deja. Es como Zidane cuando, siendo entrenador del Madrid, hizo campaña
por Macron. Allá él: es francés, no sale a la calle con chaleco amarillo y vota a Macron. ¿Dónde está el inconveniente?
Más
cazurro, Klopp sí ha dado el paso, y siendo entrenador del Liverpool
(“el club de la clase obrera”, aclaran sus flabelíferos), se ha puesto, y
vehementemente, del lado de los “remainers”, o partidarios de quedarse
en la UE, frente a los “brexiters”. No es de caballeros, pero hace bien:
Klopp es alemán y barre para el IV Reich. Lo estropea con los
razonamientos. “¿Qué clase de mayoría es el 51 por ciento?”, pregunta
retóricamente. Y retóricamente hay que contestarle: desde los tiempos en
que Marsilio de Padua echaba las cuentas en la corte de Ludovico IV
de Baviera, 51 por ciento es mayoría absoluta. Puede que, como alemán,
la democracia no sea lo suyo, pero como entrenador de fútbol debería
saber que vence quien mete un gol más que el adversario, aunque sea en
las tandas de penaltis. Klopp, sin embargo, insiste en que el 51 por
ciento del Brexit es poco y que hay que hacer otro referéndum, es decir,
seguir jugando el partido hasta que Karius pare una y gane el Liverpool.
El
problema de Klopp se agrava cuando, sobre lo alemán, sale a relucir lo
progre, con esa famosa declaración de principios suya según la cual lo
único que nunca hará será votar a la derecha porque la derecha baja los
impuestos. Klopp no ha oído hablar de un libro, “Fiscalidad voluntaria y
responsabilidad ciudadana”, de Peter Sloterdijk, alemán y
socialdemócrata como él, que propone el pago voluntario de los impuestos
por puro amor a la sociedad. ¿Cuántos necesitados podrían salvarse sólo
con lo que Klopp paga a su asesor fiscal para no tener que pagar todo
lo que a él le gustaría pagar y no le dejan?
Cuando Sloterdijk hace sus números, Alemania tiene 82 millones de habitantes, de los cuales sólo 40 generan ingresos; de estos, 15 obtienen tan pocos ingresos que están liberados de impuestos directos; son, pues, 25, los ciudadanos fiscalizables, de los cuales 5 millones aportan el 70 por ciento de los impuestos sobre la renta, mientras que 20 se reparten el 30 por ciento restante. ¿En qué concretamos el esfuerzo histórico de Klopp para ir por Inglaterra presumiendo de alemán ejemplar que da lecciones a los ingleses gamberros que le pagan su magnífico salario?
Klopp nació pobre (no más que Peter Lim, seguramente): la pobreza le hizo bueno; el fútbol, rico; y la riqueza, filántropo.
–El nuevo buen rico –nos dice Sloterdijk– es irremisiblemente un filántropo que quiere mostrar a su entorno que moralmente está a la altura de su prosperidad.
REMORDIMIENTOS
Que después de Messi al Barcelona le salga Ansu Fati es igual que cuando al Madrid, después de Butragueño, le salió Raúl. Igual, pero distinto, claro. Messi es más zurdo que Butragueño y Ansu Fati parece más técnico que Raúl. Pero Valdano salvó su bola de partido con la posteridad sólo por ser el tipo que puso a Raúl con 17 años en un campo, y Valverde ya está en la leyenda por poner a Ansu Fati… ¡con 16! “En la vida –acaba de confesar ahora el lúser Wenger– hay que vivir con remordimientos, con negocios fallidos y uno de ellos fue Messi. Cuando en 2003 fichamos a Cesc, tuvimos conversaciones con Messi”. Hemos de reconocer que esos remordimientos no los tendrá nunca Zidane.