Hughes
Abc
Cuando se convocan elecciones, empiezan a pasar cosas electorales. Ayer, por ejemplo, el alcalde Martínez-Almeida, que es alcalde gracias a Vox (los votos de Vox, las pancartas de Carmena), hizo de bedel del consenso y quiso reprenderles públicamente por no acatar la doctrina oficial que él contribuye a institucionalizar en el Ayuntamiento de Madrid. Vox decidió hacer el minuto de silencio por la reciente víctima de Ciudad Lineal, pero hacerlo con otra pancarta. Esto se ha definido por algunos medios como «boicotear», aunque se parece más al ejercicio crítico de una libertad de expresión que ya resulta intolerable.
Por esto mismo, Almeida se acercó hasta ellos y justo antes de llegar a la pancarta («La violencia no tiene género») la miró negando con la cabeza, consternado y sorprendido a la vez, como si no conociera las opiniones de quienes le han hecho alcalde. Almeida, que ya ha ganado por vivo un par de veces a Ortega Smith -juntos tienen algo de dúo cómico-, le reprochó la discrepancia porque la violencia contra las mujeres «exige un apoyo, un consenso». Le recordó, por tanto, el consenso exigido. Todo ello después de dejar claro que él no es feminista del 8M ni está a favor de la ideología de género aunque asuma sus pancartas. Porque el no-feminismo del PP es perfectamente compatible con el feminismo del PP. Al PP no le importa que haya que pedir informes de género para el urbanismo, mientras controle el urbanismo. Y Ortega Smith, con sus acartonadas maneras, ejerció ayer su papel de hombre elefante para movilizar indirectamente a las masas antifascistas que ya animaban a salir a votar por otro No Pasarán.
Durante los últimos meses ha sido difícil ver en televisión uno solo de los discursos de Abascal en el Parlamento, pero ahora, con las elecciones, Vox es devuelto a su papel estelar en los medios. Ortega Smith, que parece feliz con su caricatura, se presta gustoso a una teatralización en la que no está claro quién gana más al final. Martínez-Almeida es alcalde gracias a él, y el consenso del género, que va del IBEX a la izquierda, encuentra malo oficial que movilice a los aburridos votantes tantas veces como Sánchez quiera o le dejen.
Por esto mismo, Almeida se acercó hasta ellos y justo antes de llegar a la pancarta («La violencia no tiene género») la miró negando con la cabeza, consternado y sorprendido a la vez, como si no conociera las opiniones de quienes le han hecho alcalde. Almeida, que ya ha ganado por vivo un par de veces a Ortega Smith -juntos tienen algo de dúo cómico-, le reprochó la discrepancia porque la violencia contra las mujeres «exige un apoyo, un consenso». Le recordó, por tanto, el consenso exigido. Todo ello después de dejar claro que él no es feminista del 8M ni está a favor de la ideología de género aunque asuma sus pancartas. Porque el no-feminismo del PP es perfectamente compatible con el feminismo del PP. Al PP no le importa que haya que pedir informes de género para el urbanismo, mientras controle el urbanismo. Y Ortega Smith, con sus acartonadas maneras, ejerció ayer su papel de hombre elefante para movilizar indirectamente a las masas antifascistas que ya animaban a salir a votar por otro No Pasarán.
Durante los últimos meses ha sido difícil ver en televisión uno solo de los discursos de Abascal en el Parlamento, pero ahora, con las elecciones, Vox es devuelto a su papel estelar en los medios. Ortega Smith, que parece feliz con su caricatura, se presta gustoso a una teatralización en la que no está claro quién gana más al final. Martínez-Almeida es alcalde gracias a él, y el consenso del género, que va del IBEX a la izquierda, encuentra malo oficial que movilice a los aburridos votantes tantas veces como Sánchez quiera o le dejen.