Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Dicho tenemos que el sanchismo mezcla la “servidumbre voluntaria” de La Boétie y la “bajeza en todas las venas” que Puskin sintió ante el zar. Ahora un socialista ha querido autoproclamarse sucesor de “Incitatus” (el “Imperioso” de Calígula) en un pleno del Senado de apoyo a su presidente, Manolo Cruz:
–¡Me alegro (de) que esta virtual y pequeña república platónica esté gobernada por un filósofo, por un sabio!
No conocemos a Santayana, pero todos hemos oído hablar del filósofo y sabio Cruz.
–A la vista está, sobre mi mesa, una tarjeta que reza: “Fulano de Tal. Filósofo. De dos a cuatro de la tarde. 37, Rue Cadet” –escribe Bonafoux en un París que hervía de escritores españoles de los cuales no se tenía la menor noticia en Madrid.
Cruz copia y pega. O sea, punto de Cruz, usado por todas las bordadoras universitarias del Consenso.
“¿Tan malo es copiar?”, preguntan los gorriones que viven del grano que se les cae a los bien cebados “Incitatus” del Régimen. Y la verdad es que, en España, no debe de ser tan malo. La teoría marxista del valor-trabajo subyace en un panfleto que Marx tituló “Miseria de la filosofía”. Y ya puestos, el mismo Ortega se apropió, sin citar, de “la circunstancia” de Max Stirner y del “proyecto sugestivo” de Renan, si bien, a cambio, nos regaló la mejor escritura española del siglo veinte.
“¿Alguna vez ha considerado un arte el oficio de hacer películas?”, preguntó Bogdanovich a Hawks. “No”. “Entonces ¿qué cree que es?” “Un negocio”.
La filosofía es un entretenimiento.
–¿Desde cuándo ocurren tantas cosas en esta luciérnaga que llamamos hombre? –pregunta Santayana, que ama rebuscar en la tienda de curiosidades psicológicas y sospecha que tuvo que ser un espectáculo para los dioses ver a Berkeley expulsar del universo la materia mientras que Hume expulsaba al espíritu.
Ambos sufrieron y murieron de cagalera, clave, según el psicoanálisis, de sus teorías filosóficas.
En España “Incitatus” galopa y corta el bacalao.