Ortega y Gasset
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En el teatrillo actual, lo nacional se reduce a la Constitución, y lo estatal, al Presupuesto, con el gobierno en el papel de señora Danvers, la ama de llaves en “Rebeca”, por lo que los cursis dicen “gobernanza” (¡el gobierno de la gobernanta!) por “gobierno”, y en esta confusión entre Estado y Gobierno se nos pierde don Beltrane, que es la democracia. Sin ella, el elector no puede elegir directamente ama de llaves, y queda a expensas de un “sudoku” que se llama Estado de Partidos, productor de toda la literatura fantástica del mercado.
En el “sudoku” español, sabemos ya lo que quiere Sánchez: un gobierno “único”, adjetivo numeral que conlleva enfática ponderación (ningún gobierno como el suyo, y puede que lleve razón) y precisión estadística: Tezanos, su Caballero de la Tenaza en el CIS, le pone sobre la mesa 180 diputados, que unidos a los 50 diputados “de Estado” que Casado propuso regalar al partido ganador (idea española de la representación), se nos iría la tirada a 230 costaleros de un gobierno, en verdad, “único”, si bien a Sánchez todavía le parece poco y dice que Casado “carece de sentido de Estado”, como Feijoo, que cree que en España “faltan hombres de Estado” (una nómina del Estado no hace un hombre de Estado).
Del “faltan cabezas” del Conde-Duque al “faltan hombres de Estado” de Feijoo.
–¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo! –gritó famosamente Ortega.
Ortega quería un Estado nuevo, pero también nuevas costumbres: fuera las zapatillas de orillo, fuera las barbas de los canónigos de los cabildos, fuera los chasquidos de lengua de los viajantes de comercio en las fondas… Y pegó su grito más gracioso, propio, hoy, de las Serra Sisters:
–¡Alalí, alalí, jóvenes; dad caza al pequeño burgués!
La solución de Feijoo es ofrecer a Casado en coalición a Sánchez, un “Apfelstrudel” de partido único alemán, un taco de partido mexicano en una democracia “formal”. Barça y Real fusionados para pelearle la Liga al chino Peter Lim.