viernes, 18 de agosto de 2017

Supremacistas

SS y el cáncer de la Humanidad
  
Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Supremacista, hoy, es alguien que todavía no ha leído a Susan Sontag, la intelectual torda que dejó escrito que la raza blanca es el cáncer de la humanidad, cilicio con el que cada noche los fariseos del templo, que es el Presupuesto, se repasan el lomo al acostarse.

    El Bannon de Rajoy, Lassalle, con nómina de… Secretario de Estado de la Sociedad de la Información… (¡con lo que nos reíamos de Felicísimo Valbuena, el Alvin Toffler de la Complu!), ha “despixelado” el rostro del supremacismo, que sería el de cualquier blanco con rifle viendo “Lo que el viento se llevó” en una caravana.

    El hábito hace al monje, pero ¿hace el rifle al supremacista?

    A los de mi edad no se nos va de la memoria la imagen de Cebrián, toda la noche en vela, tras de la puerta de su apartamento, sarasqueta en mano, por si los mismos que lo habían hecho jefe de propaganda venían a buscarlo para echar a perder las “libertaes” que Carmena, según el relato del periodismo global, nos había traído. Cebrián no conocía la Segunda Enmienda, pero tenía una sarasqueta en casa; tampoco conocía la caza, pero hacía de Saza en el monte para Isidoro (Álvarez, no González), que era su mejor anunciante; y, por supuesto, desconocía la democracia, pero, viendo lo que el viento se estaba llevando, se mostraba dispuesto a defenderla con su vida. ¿Era un supremacista? Sólo Lassalle lo sabe.

    Lo que parece claro es que los padres fundadores de América (un tertuliano marianista incluye a Tocqueville en ese saco) eran unos supremacistas de aquí te espero; un hatajo de fascistas, vamos: pensando en un proceso de emancipación y deportación de esclavos, Jefferson busca (en vano) un ejemplo en “la deportación española de los moros”.

    –Este precedente se queda muy corto para nuestro caso.
    
Una nueva y verdadera “pax americana” exige que rueden cabezas en el Monte Rushmore: Soros por Washington, Slim por Jefferson, Bezos por Roosevelt y Obama por Lincoln (¡otro que tal baila!).