domingo, 20 de agosto de 2017

La llamada


Claudette Colbert y Clark Gable, separados por "la muralla de Jericó"
 (el muro que quiere Mariano para África) en "Sucedió una noche"

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La TV del Estado de Partidos que dirige Sánchez, el cartujo que huyó de Miraflores porque no aguantaba más sin fumar, nos sirve la noticia de una manifestación de musulmanes que, en agosto, protestan contra el atentado de Barcelona forrados de abrigos y bufandas, mientras se nos hace la confidencia de que “Trump y Rajoy han hablado por teléfono”.

    Con las cosas que esa TV tiene dichas del presidente americano, semejante llamada adquiere en la imaginación del espectador las proporciones míticas del encuentro de Franco con Hitler en Hendaya, cuando Serrano Súñer pegaba aquellas voces que ahora hacen suyas nuestros liberales del Embassy: “¡Viva Alemania!” y “¡Rusia culpable!”
    
¿De qué hablan Trump y Rajoy? ¿De la “posverdá”, que es el chicle de los tertulianos marianos? ¿De Bannon, el Lassalle trumpiano, asediado por los escualos del establishment y el globalismo americanos? ¿Del muro…?

    Trump, como se sabe, prometió concluir –es la primera exigencia de sus electores– la pared comenzada por Clinton.
    
Rajoy, en cambio, no quiere muros, aunque tiene uno con pinchitos de chalé pijo, pero se ve que es su necesidad, no su voluntad la que consiente. Si por él fuera, ese muro sería como la sábana que Claudette Colbert cuelga entre su cama y la de Clark Gable en “Sucedió una noche”. ¡La muralla de Jericó! Así se explica lo del reportaje de “Young” Sánchez con los musulmanes del gabán y el tabarrón de los tertulianos con lo de que “no todos los musulmanes son islamistas”, como dice uno que a mí me gusta y que se hace un lío con la lógica de Aristóteles comprada en los chinos.
    
Si el salvaje, según Russell, es un individuo servicial que hace lo que sea necesario para sustentar la teoría de los antropólogos, ¿qué no hará el tertuliano, que encabeza la fauna doméstica, por sustentar la teoría de los políticos?

    Estas cosas pensaba uno anoche, en la cola de un control de alcoholemia, donde todo el mundo es sospechoso, porque sí, de haber empinado el codo.