lunes, 21 de agosto de 2017

Identidad y Alteridad: Terrorismo, Mujer y Yihadismo

 El mejor resumen del problema

Jean Palette-Cazajus

Como todos, he leído decenas de artículos de prensa sobre los acontecimientos trágicos de Barcelona y Cambrils. Como todos, hallé pocos cuyo nivel de comentario o análisis estuviera a la mínima altura requerida por la gravedad de un tipo de tragedia que estamos convirtiendo en rutinaria. A diferencia de muchos, preferí obviar todos aquellos que utilizaron los acontecimientos para alimentar la hoguera patria de la autoinmolación esquizoide. La esperpéntica repetición de los mismos acontecimientos a intervalos regulares y en países distintos, el efecto de sideración similarmente compartido en cada ocasión por las respectivas sociedades, la patética liturgia de las rituales declaraciones clónicas, todo contribuye a una desconcertante sensación de impotencia.

 Boda afgana
Él, 40 años; ella, 11

Personalmente no sé pensar sin intentar al menos extraer los conceptos fundamentales que subtienden la realidad de los acontecimientos. No prejuzgo de la veracidad del resultado. Pero esta última tragedia ha contribuido a perfilar en mi cabeza conceptos preexistentes si bien todavía algo borrosos. De modo que necesitaré unos días para aclararlos y tratar de expresarlos. Anticipo brevemente uno de ellos: el uranio fisionable que lleva al punto de implosión las cabezas de los terroristas islámicos no es tanto Dios como la Mujer. Por muy agobiante que sea la figura patriarcal de Dios en el Islam, más que en el propio judaísmo -no hablemos del Cristianismo que tal vez se libre de ser un monoteísmo- no deja de permanecer en la lejanía y la abstracción. En cambio existe realmente en la sociedad musulmana la figura invertida de la divinidad, su antítesis absolutamente carnal y determinante, motor de la construcción social, necesidad y estorbo, la mujer.
 
 La compañera del asesino de la tienda kosher (París, 09.01.2015) practicando

 “Yo contra mi hermano; mis hermanos y yo contra mis primos; mis primos, mis hermanos y yo contra los demás” dice un proverbio árabe. “En el corazón del sistema de parentesco árabe” -escribe el etnólogo Edouard Conte- se afirma la voluntad imposible de reproducir mediante la alianza matrimonial la identidad del linaje masculino expresada por la pareja hermano-hermano...” En los estudios de parentesco se llama “matrimonio árabe” la unión preferente de los primos paralelos agnaticios. Básicamente “Ego”, o sea el hombre, con la hija del hermano del padre. En la realidad las cosas son casi siempre mucho más complicadas. Pero la meta mítica de la autoperpetuación patriarcal busca siempre cualquier posibilidad de acercarse a una alianza cuanto más endogámica más satisfaactoria. El ideal es así lo más cercano posible a la pareja hermano-hermana que la evitación del incesto y la Sharia puedan admitir. La mujer no debe salir del clan cuyos machos son absolutos propietarios de su capacidad sexual y reproductora.

Por algo, como todos saben, los islamistas se tratan entre ellos de “hermano” y “hermana”. El choque entre este esquema autista, muy presente en la mayoría de las cabezas musulmanas, particularmente las menos educadas, y la visibilidad de la mujer occidental, sexual y socialmente autónoma, provoca otra reacción implosiva en cabezas tan frágiles. Los contactos con mujeres occidentales, cuando existen,  son frecuentemente resultado del malentendido, del cinismo o de la insinceridad. Recordemos que en 2 o 3 generaciones la mujer occidental ha pasado de ser una menor de edad tutelada a la plena autonomía del sujeto. Esto nos permite entender por qué todavía aparecen algunas mujeres desbordadas por las exigencias de la autonomía y que optan por refugiarse en la sumisión y la dependencia tradicionales.

 Las policías de Raqqa

Es el caso de muchas conversas, de las cuales un buen número se unió al yihadismo. Hace ya algunos meses, hice de prisa y corriendo, un pequeño esfuerzo de recopilación de algunas informaciones a mi alcance sobre el intrigante y revelador problema de las mujeres yihadistas que se quedó, me parece, sin publicar. Creo que la acumulación de los ejemplos resulta aleccionadora. En 2015 se consideraba que unas 300 mujeres francesas se habían unido a Daech, o al Isis, como más gusten. Se supone que la cifra actual es harto más elevada. Las autoridades lo mismo que los investigadores han tardado demasiado en percatarse de la importancia y del peligro que representaban aquellas mujeres. Se las solía presumir inocentes y manipuladas lo cual, si bien se piensa, traduce una condescendencia con ellas, al fin y al cabo parecida a la de sus propios reclutadores. No se trataba de criaturas angelicales pervertidas por los malvados. Su protagonismo es ya innegable y su comportamiento, como veremos, es tan despiadado y cruel como el de sus correligionarios masculinos.

La joven esposa francesa de uno de los asesinos del Bataclan, la sala de fiestas parisina donde fueron asesinadas 90 personas y varios centenares más resultaron heridas el 13 de Noviembre 2015, se expresaba así en un mensaje a una amiga, interceptado por la policía : «Estuve enterada desde el principio. Animé a mi marido a apuntarse al comando para atemorizar al pueblo francés (….) ¡Le envidio tanto! ¡Me habría gustado tanto estar allí para explotar con él!»
 
En casa de una conversa llamada Camille se encontró un vientre postizo de embarazada, listo para acoger una carga explosiva. A Sonia, una joven del Norte de Francia la tenían «preparada» para «pegar el pepinazo» en una sinagoga de Marsella. Sara, radicalizada desde que no la dejaron llevar velo integral en la facultad de informática, fue detenida cuando estaba a punto de atentar contra Eurodisney y la sede del banco Société Générale.

 Símbolos y metáforas

En Siria, Daech intenta limitar las mujeres al papel de vientres fecundos, «naturalmente» creados para producir futuros yihadistas. Pero la situación no es todo lo ideal que desearían y se ven obligados a consentirles un papel más protagonista. Al lado de mujeres crédulas y escasamente educadas, existe cierto número de diplomadas superiores cuyas motivaciones son complejas si bien parece claro el afán de conseguir puestos de responsabilidad habitualmente inalcanzables en sus países de origen. Particularmente en la policía donde, gran paradoja, Daech necesita imperativamente a mujeres si no quiere entrar en contradicción con sus presupuestos religiosos. Es que detener a mujeres, y ellos las persiguen con saña, supone tenerlas que tocar, comportamiento absolutamente transgresivo para aquellos tartufos. De modo que han creado una brigada de mujeres para formar parte de la policía islámica. En Raqqa, una joven opositora siria, Haya Al Ali, las ha visto y padecido en su salsa. «Se comportan igual que los hombres, azotan a las mujeres, les ponen multas a su capricho y siempre desproporcionadas ya que de lo que se trata es de una forma de conseguir dinero. Si una mujer comete un delito, la brigada la arrastra hasta la cárcel donde será azotada. Cuando llegó el Isis a Raqqa, torturaban a la gente en la calle, despedazaban, con alicates los pechos de las mujeres hasta que les llegara la muerte.»
 
Haya Al Ali cuenta detalles sobre la «tipología» de las multas : «Las hay para las mujeres que no llevan guantes, para las que se pintan las uñas, para las que llevan calcetines demasiado finos, o demasiado claros, para las que llevan un niqab transparente o una abaya considerada como ceñida al cuerpo. También hay multas para las chicas con ojos demasiado hermosos. Se las humilla por provocativas y seductoras. Y también para aquellas mujeres que hacen ruido andando con tacones...»

-Otro problema es el de aquellas mujeres que se han negado a casarse con un yihadista. Se las castiga bajo cualquier pretexto. La milicia de mujeres es la encargada de este tipo de represalias.
 
 ¿Su crimen? Es ginecólogo

La joven siria relata asimismo algo sólo sorprendente para quienes persisten en ignorar la tenue frontera que existe entre el papel de verdugo y el de víctima, a poco que cambien las tornas. Nos cuenta así Haya Al Ali que «en Raqqa había muchos burdeles y cabarés, con numerosas prostitutas. Daech las reclutó para formar el primer núcleo de la brigada femenina. Eran mujeres despreciadas por la sociedad y yo conocía a menudo sus rostros y sus nombres de pila. Pero ahora,  en cualquier momento, podían mandarme a la cárcel o azotarme».
 
Una educadora social que trabajaba en las barriadas francesas se convirtió al Islam y se fue a trabajar a un hospital controlado por Daech, en Siria. Horrorizada por lo que le tocó presenciar, no paró hasta lograr huir y regresar a Francia. Aquella mujer acaba de ver recogida su experiencia en un libro titulado «En la noche de Daech. Confesiones de una arrepentida». Parece que es de origen congoleño lo que tiende a acreditar, una vez más, la tesis de la persistencia del rencor poscolonial en muchos radicalizados. El caso de esta mujer, que se hace llamar Sophie para burlar la saña de sus antiguos compañeros, no deja de ser intrigante. Por un lado ha tenido el evidente mérito de apearse del burro y cobrar conciencia de su error. Por otro resulta que salió para Siria llevándose con ella al infierno a su hijo de 4 años, lo que no dice mucho a favor de su nivel de madurez. El caso es que cuenta cosas muy interesantes de sus antiguas compañeras. De las extranjeras yihadistas destaca la brutalidad y la arrogancia que demostraban frente a las mujeres sirias. «Se comportaban, dice la descendiente de colonizados, como si fueran colonas, como si fueran seres elegidos y por tanto superiores. Ellas y ellos consideraban a los sirios como infrahumanos y como malos musulmanes».
 
Estas ardorosas zelotes, procedentes de muchos países, tenían obligación de transitar por un «maqqar», especie de casa de mujeres. «Es como un albergue para mujeres, algunas con niños –dice Sophie-. Aquí hay mujeres divorciadas, otras que esperan al yihadista con quien les tocará casarse, otras que han quedado  “depositadas” por sus maridos antes de salir hacia el frente. Las llaves las detenta una especie de mujerona armada. Dentro, hay un salón con una tele que emite sin cesar vídeos de propaganda con los habituales degollamientos, decapitaciones y demás horrores que son la marca del llamado Estado Islámico. Los niños se han acostumbrado y ni siquiera reaccionan mientras las mujeres se ríen y aplauden.... Entre ellas hablan poco. Todas desconfían de todas ya que allí te acusan de espía por menos de nada. Se vigilan unas a otras para ver quien no hace correctamente la oración...»

Dounia Bouzar es francesa y musulmana, muy conocida por su incansable labor de prevención y reinserción de adolescentes, chicas y chicos, arrastrados por la deriva yihadista. Ella y su equipo han conseguido, a lo largo de su actividad, hacerse con tremendos documentos gráficos. Cuenta que «las mujeres intercambian fotos donde se las ve, unas y otras, sujetando entre las manos cabezas cortadas. Enseñan a sus propios hijos, a niños de un año, a jugar al futbol con las macabras cabezas....¡A veces se trata de chiquillas que el año pasado estaban terminando el bachillerato!» dice Dounia.  Animan a sus «maridos» a apuntarse en la lista de los candidatos a volarse. «Le he pedido tres veces –decía una– que se apuntara. Si no lo hubiese hecho, habría pedido el divorcio». Conozco a varias que decían cosas parecidas» termina Dounia.
 
Todos hemos leído en los últimos tiempos resultados de encuestas donde aparece que un buen porcentaje de las adolescentes actuales consideran normal obedecer a su novio o someterse a su control. Aquellas que además han nacido y han sido educadas en familias musulmanas renuncian a su escaso bagaje moderno y vuelven a colarse con facilidad en ese molde. Luego entendemos la facilidad con que algunas conversas puedan asimismo integrar semejantes valores. La socióloga suiza Geraldine Casutt ha conseguido establecer, a través de Skype, un diálogo con muchas mujeres llegadas a Siria. En el caso de las más cultas le llama la atención la manera con que recuperan el vocabulario feminista para «emanciparse» precisamente de la emancipación. «Dios nos quiere complementarios –dicen– y ha querido que la mujer dependa del hombre». La coartada habitual consiste en considerarse sometidas a Dios antes que a los hombres.

Pero la mayoría, a veces muy jóvenes, son a menudo adolescentes escolarmente fracasadas, desestructuradas, con un pasado de dolorosas experiencias sentimentales y son pan bendito para Daech. Muchas dan muestras de una inimaginable ingenuidad y piensan que el yihadista a quien le tocarán en suerte será su príncipe azul. La arrepentida Sophie Kasiki conoció a una de éstas, una joven belga que tendría unos 18 años: «Estaba extasiada cuando le contaron que un combatiente quería casarse con ella. Iba a vivir como una princesa. Él le compraría todo lo que ella quisiera...Parecía completamente adormecida, como una verdadera piltrafa... »
 
Pero Geraldine Casutt cuenta también algo muy revelador. « [Muchas de estas mujeres] tienen una imagen de la virilidad que oponen a la de los hombres occidentales. Quieren un hombre «verdadero» que no friegue los platos y asuma su papel de hombre. Alguien que las proteja. Un 'tío de verdad' capaz de darlo todo por ellas.... »

Vendidas como esclavas