martes, 29 de agosto de 2017

El magnate


Joe Pesci con su mamá en "Casino"


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    No hay comunismo sin magnate: Marx tuvo a Engels, Carrillo tuvo a Fufo (Teodulfo Lagunero) y Pablemos aspira a tener a Roures, ese capitalista barcelonés que va de basilisco de la lucha de clases.

    De Engels, que llama “estúpidos” a los autores del atentado fallido contra Napoleón III por no haber llenado de pólvora ordinaria las bombas (“que habrían hecho mucho más daño”), suele esconderse que en 1849 llamó al genocidio de los húngaros.

    –¿Por qué no intentas acumular algo de capital, en lugar de escribir sólo sobre él? –le dijo un día su madre, que debía de sentirse como la de Joe Pesci dando el punto al espagueti en “Casino”.

    Políticamente, Fufo es una calabaza, pero se hizo rico con el franquismo y pagaba las cuentas de Carrillo, quizás convencido de que ser mala persona, que era el caso del filántropo de Paracuellos, te hace buen comunista. (A cambio, Carrillo le dedicó “Eurocomunismo y Estado”, un truño que evidenciaba su ignorancia de Europa, del comunismo y del Estado.) Después, Fufo escribió unas memorias para reclamar que la Santa Transición, el birlibirloque por el que falangistas y comunistas habían de repartirse los ahorros de El Pardo, también fue cosa suya (“con Suárez y Armero”).
    
Fufo es bolchevique al estilo Gregorio Martínez Sierra.
    
Pero ¿es verdad que es usted bolchevique, señor Martínez Sierra? –pregunta el indio Guillén encendiendo un pitillo al dramaturgo, que tenía de “negra” a la pobre María de la O, su esposa–. Yo creí que usted...

    –Sí, señor. Me gusta estar al día. Soy bolchevista y seré otras cosas más, si vienen.

    Lo que vino fue Zapatero, y con él, Roures, que aportaba al debate marxista el glamour de Cruyff y Guardiola, la fenomenología del tiquitaca, los escolios del Gramsci de Torresandino (en “Público”, que iba a llamarse “República”), el diálogo de civilizaciones catarí, el Mundial, las carreras de camellos… más, ahora, Pablemos, con su Kant, su Einstein y su wasabi, que es la salsa del wahabismo.