sábado, 19 de agosto de 2017

El atropello


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Lo de Barcelona (“un atropello”, en definición de Garzón, el Sacarino del comunismo español) ha pillado a los servicios de propaganda volcados en hacer del presidente de los Estados Unidos un Sabino Arana en la consulta del Doctor Robert.
    
Trump se queda solo en su defensa del racismo –titulaba, a lo Willi Münzenberg, el diario gubernamental; por cierto, el único en Europa que se negó a publicar los documentos probatorios de la colaboración entusiasta con los nazis de Georges Marchais, cuyo partido sacó el 27 de Julio de 1940 una octavilla para saludar a los alemanes encampanados en la Torre Eiffel: “Los soldados alemanes son vuestros hermanos, fraternicen con ellos. Vuestro enemigo es el gran capital, los trusts de Inglaterra y América”.

    El día de la muerte del skater español por la Yihad en Londres, los medios achacaron aquel sindiós al Brexit… y a que en Inglaterra no hay Guardia Civil, la misma que este jueves, tras lo de Barcelona, invitaba a los usuarios de redes a combatir el mal con “fotos de gatitos”.
    
Cuando Trump ordenó la restricción de viajes para ciertos países musulmanes, los limosneros de Soros se desplegaron por algunos aeropuertos con una cámara de la CNN detrás: “Colapso aeroportuario”, era la consigna. Un juez de Hawai suspendió la orden porque el imán de la isla adujo que su suegra siria no podría visitarlo. Seis meses después, la Corte Suprema dio luz verde a la orden presidencial y, ya sin TV ni limosneros, aquí paz y después gloria.
    
Para la izquierda, el islam es una “religión de paz” (¡como el Pcus!) y, una vez esfumado el proletariado, su nueva fuerza de choque contra el Capital.

    Pero ¿qué es la izquierda?

    La izquierda, hoy, es esa senadora demócrata por Missouri, María Chappelle-Nadal, que anotó en Faceboock su único pensamiento:

    –¡Espero que Trump sea asesinado!

    Como María Chapelle es de color, y Trump, rubio (el tinte no cuenta), Faceboock dio por correcto el órdago.

    Y nunca falta un John Hinckley.