Abc
Para ganar en Éibar, la capital escopetera, hay que hacerse el pájaro (mitológico pájaro) que se tira a las escopetas. El Madrid lo hizo con Bale, que no metía un gol desde agosto, y con Cristiano, que se apuntó un penalti que pasaba por allí. Bale y Cristiano son como Maribel Martín (esa manera de recogerse la cola) y Ana Belén en “Fortunata y Jacinta”, enfrentadas por el amor de Juanito Santa Cruz, que sería su presidente. Jugó James, para que no se diga, y en el banco se quedó Benzemá, el chico que sigue en Babia, que es un barrio de Lyon.
Y Benítez ¿qué? ¿Otra vez cabezota?
El problema de Benítez, como bien ha visto Emilia Landaluce, es la perilla, igual que el problema de Occidente, como bien ha dicho Jean Clair (ex director del Museo Picasso) es el sinsentido. El sinsentido de un entrenador con perilla en el Madrid, que es el Occidente del fútbol.
–La gente, hoy, vegeta sin sentir ni apreciar el don de la vida –dice Clair–, como si todos fuéramos a vivir miles da años: sin dar importancia al hecho de estar vivos. Parecen convencidos de ser eternos: un día más, otro, otro, la jubilación… ¡Y ese sinsentido se refleja en el arte! Por eso no vale la pena ir a las exposiciones de arte contemporáneo.
¿Y a los partidos de Liga? ¿Vale la pena ir a los partidos de Liga?
En Éibar, seguramente. El Éibar es el último representante de la Furia Española (yo digo Éibar y veo a Garmendia, el portero de toda la vida del Éibar que cortaba el bacalao en el fútbol y los chuletones en el pueblo).
En Madrid es otra cosa. Sarabia, que jugando y hablando es un vizcaíno plasta, justamente lo único que no puede ser un vizcaíno, se entusiasmaba viendo al Madrid “mordiendo”, como si el Madrid fuera el caballo “Morante” de Diego Ventura tirando ñascos al toro, que era el japonés del Éibar. Pero, mientras eso sucedía, los aficionados a lo blanco teníamos en la cabeza, dando vueltas, el globo de Guardiola en el banquillo del Madrid, que tampoco sería una locura tan gorda. Si Del Bosque, un Hombre de la Casa (apagaba las luces en la Ciudad Deportiva para ahorrarle gastos al club), se hizo marqués y culé, ¿por qué Guardiola, que recogía pelotas en el Campo Nuevo, no iba a hacerse castizo y madridista?
–En este oficio –dice Pepe Cerdá– tienen éxito los genios y los organizados.
Cerdá habla de su gremio, los pintores, pero lo que dice vale para los entrenadores, ahora que el periodismo deportivo ha iniciado al piperío en los arcanos del arte.
Guardiola no es un genio, pero es organizado en su trabajo (“un trabajo correcto, reconocible y previsible”), la Composición Artística, que consiste en reducir el arte a geometría a base de triángulos. Rubens, Rembrandt y Velázquez son las víctimas propiciatorias para la triangulación en el arte, y en el fútbol hemos visto los efectos de esa práctica fetichista por parte de Guardiola con las figuras del Bayern de Munich.
–Lo más gracioso –se admira Cerdá– es que intentan encontrar una regla general aplicable a toda obra de arte.
Y si Arte en nuestros días es todo lo que tenga a bien publicar la editorial Taschen, Fútbol parece ser sólo lo que tengan a bien admitir como tal los editoriales del “As” y el “Marca”.
LA PIPA PROHIBIDA
A simple vista, en el campo del Éibar se renuevan los viejos olores del fútbol, que eran los de la ropa planchada del domingo al último sol de la tarde mezclados con el del humo del “faria” del abuelo con boina y el de la yerba húmeda recién cortada. Por eso el cartel de “Pipak jatea guztiz debekatuta” que prohíbe terminantemente, que es como deben prohibirse las cosas, comer pipas. La pipa es cotorrera y socialdemócrata, y ni siquiera imaginamos la subversión que un cartel como ése desataría en las gradas del Bernabéu, donde podría publicarse en los videomarcadores, entre cuarteto y terceto del himno de la Décima. Un público serio toma bicarbonato. Pero un público crítico no monda pipas. Ni pita a Bale.
A simple vista, en el campo del Éibar se renuevan los viejos olores del fútbol, que eran los de la ropa planchada del domingo al último sol de la tarde mezclados con el del humo del “faria” del abuelo con boina y el de la yerba húmeda recién cortada. Por eso el cartel de “Pipak jatea guztiz debekatuta” que prohíbe terminantemente, que es como deben prohibirse las cosas, comer pipas. La pipa es cotorrera y socialdemócrata, y ni siquiera imaginamos la subversión que un cartel como ése desataría en las gradas del Bernabéu, donde podría publicarse en los videomarcadores, entre cuarteto y terceto del himno de la Décima. Un público serio toma bicarbonato. Pero un público crítico no monda pipas. Ni pita a Bale.