Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Rodríguez, un ex jefe del Estado Mayor del Ejército, se ha hecho berenjena (el morado es color intachablemente republicano) para “enamorar a Cataluña” (?), la región sin ley, aunque con un Estatuto que dobla en artículos a la Constitución de Corea del Norte, cuyo jefe, por cierto, acaba de fusilar a su ministro de Defensa por haberse dormido en un discurso.
Igual que Flóper buscaba galácticos para su Madrid, Pablemos busca donjuanes para su Doña Inés, que es Cataluña, donde nunca faltan monjas, y quiere que su ministro de Defensa sea Rodríguez, el hombre que tomó militarmente Barajas (“¡estado de alarma!”) cuando los controladores estaban haciéndole pasar un mal rato a Pepiño Blanco para coger el vuelo a Santiago.
¡Pablemos y Rodríguez! ¡George Washington y Alexander Hamilton!
Los yanquis veían a Washington y a Hamilton de uniforme y pensaban en la dictadura militar, porque Hamilton les recordaba a Julio César. Aquí, en cambio, ve uno a Pablemos y a Rodríguez de paisano… y sale corriendo.
–Hay que ir a Cataluña con una propuesta que dé afecto, paciencia y diálogo –dice Rodríguez.
Ni Pitito.
Con Carmena en Madrid dando bolilla (“empatía”) a los “psicokillers” y Rodríguez en Barcelona dando afecto a los golpistas, el Puente Aéreo va a ser una sauna socialista.
Rodríguez no tiene buena cara. Parece una piola de sufrimiento. Es lo que tiene leer, en lugar de a Clausewitz, a Cotarelo, fisonómicamente mezcla de Wyoming y el comisario Conesa, catedrático de cabecera de Pablemos: “Cumplo con mi deber defendiendo una idea de nación de base federal y voluntaria, apuntalada en el reconocimiento del derecho de secesión”, escribe Cotarelo en “La desnacionalización de España”.
Con semejante programa, ¿para qué necesitaría Pablemos de un ministro de Defensa?
Con semejante programa, ¿para qué necesitaría Pablemos de un ministro de Defensa?
–¿Quién iba a pensar que estábamos haciendo la mayor guerra de la historia contra un puñado de lelos? –dijo, lloroso, el ayudante de Galbraith durante el interrogatorio a los jefazos nazis.