viernes, 20 de noviembre de 2015

Jesuischien


 Un filósofo equivocado

 Otro filósofo equivocado

Jean Palette-Cazajus

El hashtag « jesuischien » arrasa en Twitter. En memoria de Diesel, la “heroica” perra malinesa muerta durante el asalto a los desalmados atrincherados en Saint Denis. Cabe que le den una póstuma cruz de guerra el próximo 14 de Julio. No me parece mal. Pero entendámonos: Je suis Charlie, je suis Paris, mais je ne suis pas chien.

De alguna manera, la perversión “animalista” es comparable con la perversión islamista. Si digo “je suis”, hablo de ontología. Malek Chebel, filósofo y sicoanalista francoargelino, venía a decir en un apasionante libro, Le sujet en Islam (Seuil, 2002), que la manera con que los musulmanes hacen de Dios el sujeto absoluto redunda, demasiado a menudo, en un desdibujamiento de la afirmación del sujeto humano y, sobre todo, de su responsabilidad moral. Así lo practicaron los asesinos de París.

Los animalistas hacen también del bicho un sujeto absoluto. De modo que ellos también tienden a rebajar la excepcionalidad de la emergencia cognitiva humana y, de paso, a relativizar el precio de su vida.

Es imbécil y pueril el tema de la “conciencia animal”. La conciencia es una propiedad emergente de cierto número de especies. Lo que importa no es la maleta, sino su contenido. El contenido es el etograma de cada especie. Dentro de la maleta humana está, por ejemplo, la conciencia de la muerte. No estaba en la maleta de la simpática Diesel.

Parafraseando lo que Lévi Strauss decía de la hemorrágica tendencia humana a inundar el mundo bajo nuestra capacidad de significación, también propendemos a inundar el resto de la “Creacion” con el sobrante de nuestra desbordante conciencia de ser.

Aquello de “Jesuischien”, “Je suistoro” o “JesuismicuentaenSuiza” obedece a nuestra irresistible tendencia a “aquerenciarnos” en la ilusion del Ser, como hubiese dicho Heidegger de haber tenido la lucidez de aficionarse a los toros en lugar de a la cutrez del nazismo.

Mi gabachitud no me impide proclamar la endeblez del “pienso luego existo”. En el estupendo La fin de l’exception humaine (hay traducción española de Marbot Ediciones en 2009), Jean-Marie Schaeffer dedica un capítulo a desmontar minuciosamente la sura cartesiana sobre ese pensamiento que surge como conejo del sombrero.

No hay excepción humana porque no hay esencia humana. Biológica y evolutivamente soy primo hermano de la ameba. Hay, en cambio, excepcionalidad evolutiva y cognitiva, la que al final me ha venido sugiriendo que “Existo, luego pienso”.

O sea: “Soy porque sé que soy”. Mi nicho ecológico como animal humano consiste en cargar con todas las existencias. Je suis Jean et je suis Juan et je suis Diesel et je suis Bastonito. Pero si no hablo, el mundo permanece mudo.

Como los islamistas, los animalistas practican una ideología tan torva como regresiva.