martes, 3 de noviembre de 2015

Moral oval



Hughes
Abc

Los refranes están mal vistos, pero luego la gente repite sin cesar cosas como «El rugby es un deporte de villanos jugado por caballeros y el fútbol bla, bla, bla...». Con el reciente mundial (Movistar+) ha sido abusivo. Además de que hasta en pilates empiezan ya con la haka de los All Blacks (la haka es como el inicio arqueológico de la zumba), el rugby ha disparado la moralina del «Aquí sí hay valores ¡y no como en el fútbol!».

El rugby tiene una nobleza artificiosa. Hay un mezcla nada natural de tipos patibularios y modales exquisitos. Es como ver a Hollyfield abriéndole la puerta a Jason Statham con un gorrión herido entre las manos. Es una representación, la gente no es así. Con el cráneo resquebrajado sacan fuerzas para aplaudir al rival, hacen danzas rituales de ferocidad caníbal, pero luego beben juntos, y ante el árbitro bajan la cabeza como Chechu ante Emilio Aragón. Y representan un único tipo moral: los Starks (en el fútbol también hay Lannisters, hay de todo). Es un campo de batalla medieval en el que se observan aristocráticas reglas universitarias. Un deporte en el que siempre se han comportado como si estuvieran rodeados de cámaras.

Sin embargo, el fútbol no está embalsamado, es el rey del darwinismo deportivo. El fútbol es el hombre, el rugby es un magnífico primate del que podría enamorarse Jane Goodall. Es como pedir que el ajedrez se juegue con el espíritu del mus. Las comparaciones hieren. Mientras un All Black evitaba el placaje de un niño, lo llevaba ante su mamá y le regalaba su medalla, Piqué ensayaba el Thriller en Getafe con Alba vestido de Shrek. Ahora ya no bastará si Ronaldo le regala la camiseta a un niño, tendrá que darle la bota de oro. Y Alves decirle «Yes, sir» a Fernández Borbalán.

Pero lo primero distinto en el rugby es el público, que jamás pitaría un himno ajeno. No lo hacen porque van a una ceremonia (Ibrahimovic en el rugby sería como Adam Sandler en el teatro kabuki). Después de haber dado un sentido diario a la vida de medio planeta, pedirle al sobreexplotado fútbol el primitivismo ritual del rugby es injusto.

A los escrupulosos de los valores les diría que no padezcan más: el día del Barça-Madrid se quedan viendo melés y tan contentos.