¡Pero adónde vais!
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Leo que Felipe VI irá a los toros, y me fastidia, pues vengo de despedirme de ellos, harto de pagar para ver bueyes, tongos (el tongo del destoreo generalizado) y, en vez de a reyes, a carpantas, españoles con el gen de la hambre calagurritana atrincherados en la andanada tras de sacos de bobas de pan con panceta.
¡Ay, esa panceta española de pelos rubios y ojos de grasa que estalla cuando se aplaude!
Hará bien Felipe VI yendo a los toros (si consigue recuperar la Plaza de Madrid, hoy arrasada, vuelvo). Después de todo, y esto lo tiene dicho Tierno, que fue alcalde, así como la ópera es lo que más ha contribuido a conformar la unidad psicológica de Italia, los toros son el acontecimiento en que España mejor ha expresado la remota unidad de sus distintos pueblos.
Tierno veía que, si el acontecimiento taurino llegaba a ser para los españoles simple espectáculo, “los fundamentos de España en cuanto nación se habrán transformado”.
–Si algún día el español fuere o no fuere a los toros con el mismo talante con que va o no va al cine, en los Pirineos habría que poner este sentido epitafio: “Aquí yace Tauridia”. Es decir, España.
Hoy el español va a los toros como al cine de verano o al fútbol: a comer pipas. Es nuestra apoteosis del girasol, siempre pendiente del sol que más calienta, que ahora es Podemos.
De la España de Tierno, el viejo profesor, a la España de los jóvenes profesores Sala, el chaquetero (“Chaquetas que le hacen parecer veinte años más tonto”, en suprema greguería de Rosa Belmonte), o Iglesias, el coletero con beca de Cajamadrid que ahora es revolucionario a la española, es decir, con nómina y partido del Estado, como Girón, otro de la revolución pendiente, aunque él, al menos, había ganado una guerra.
Pero ya es mala pata la de uno al cortarse la coleta (taurina) cuando todo el mundo (columnistas también) anda dejándosela por si sale una colocación (“Pablo, colócanos a todos”) en las listas de la próxima Gloriosa.