jueves, 28 de noviembre de 2013

Mato

 ...no es lo mismo caerse de un caballo que de un Jaguar...


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    A Mato, ministra de España, no le gustaba el tabaco, y nos prohibió fumar. Ahora tampoco le gusta San Pablo, el que se cayó del caballo, y nos prohíbe leerlo.
    
Mato venía a ser como el Snoopy viejo del gobierno, un guiño mariano a la “derecha tonta” (la que juraba por Snoopy en Keeper) de los 80, cuando la “derecha lista” trasnochaba en la “bodeguiya” de Gonzalón en La Moncloa, donde, de pronto, el “líder de las multitúes” le decía a Ullán:
    
Daría cuanto tengo por ser Yukel (seudónimo ullaniano) y escribir como tú.
    
Mato nos parece católica, apostólica y romana, pero Bloch, chinche del marxismo, dijo que lo mejor de la religión es que crea herejes. Sólo Rouco, si logra salir del jardín de las preferentes, podría medir el alcance de la herejía de Mato, a cuyo equipo de censores elevo este “salsipuedes” machista del Séneca:
    
Siempre lo que había molestado en el Evangelio era que no nos dejaran amar a todas las mujeres. Ahora resulta que lo que más molesta es que nos manden amar a todos los hombres.
    
El matrimonio según Mato, origen del lío, se resume en la “Gacela del mercado matutino”: “Qué lejos estoy contigo, / qué cerca cuando te vas…”
    
San Pablo, que sólo predicó obediencia y respeto a los deberes civiles, no nos vale para marido, por antiguo (no es lo mismo caerse de un caballo que de un Jaguar). Fuera. Goethe, tampoco, pues dijo que, si dos personas son felices una con la otra, se puede decir que se han equivocado. Fuera. ¿Y Kierkegaard? “Si dos personas se enamoran y sienten que están hechas una para la otra, ‘entonces’ deben romper, pues de seguir juntas tienen todo que perder y nada que ganar”. Fuera también. Por no hablar de Miguel Ángel, con ese Dios viril y barbudo, tipo subteniente Remón, que puso a flotar en el techo de la Sixtina. Mano de pintura (por los que taparon los balazos de Tejero en el techo del Congreso) y… ¡fuera!
    
Si hemos limpiado las cárceles, ¿por qué no vamos a limpiar las bibliotecas?