jueves, 14 de noviembre de 2013

El Bakunin de estos tiempos



Francisco Javier Gómez Izquierdo

  En el verano de 1996 -hace 17 años- dos forajidos italianos invitaban al anochecer a champán en locales de gente guapa  a empleadas madrileñas y sorianas que veraneaban en Benidorm, Calpe, Denia y por ahí...  Durante el día se juntaban con argentinos, uruguayos y demás tribus sabias en política que distinguen quién son los malos del mundo y a los que hay que dar matarile. Tumbados a la bartola en la playa planeaban atracos para vivir como multimillonarios y, a final de aquel año, los dos italianos y otros tres compinches se plantaron en las Tendillas de Córdoba a robar el Banco de Botín. Les falló el plan por no tener presente el caos circulatorio de la ciudad y con 50 millones y un rehén toparon con un atasco. Claudio Lavazza bajó del coche con una metralleta y disparó mortalmente a dos policías que además eran señoras.  Sin avisar. Sin posibilidad de defensa. Giovanni Barcia y Giorgio Rodríguez se liaron a tiros durante tres horas contra todo policía viviente, resultando heridos los dos atracadores y varios agentes. Lavazza huyó, pero acabó atrapado en una imagen que el asesino quiso vender como la nueva caza de El Lute.

     La frialdad homicida de Lavazza y Barcia tenía la coartada de un particular anarquismo y pasados unos meses mandaron cartas a cerriles logsianos que jugaban a ser clandestinos bajo esa matrícula de la A mayúscula que va dando categoría de héroe a cualquier psicópata avispado. Veinteañeros que se creían conspiradores fumando porros reivindicaron a Lavazza rompiendo cuatro cristales, al tiempo que editaban las ocurrencias revolucionarias de un semidiós que les enseñaba Historia -de España y de Europa- a través de “fallas” -cartas- talegueras.
      
Dice el periódico que han detenido en Barcelona a dos o tres anarquistas sudamericanos que quisieron matar a las vírgenes del Pilar y la Almudena. Son estos asnos chospadores del mismo corral que los que salieran hace unos años a romper farolas y escaparates y enviar paquetes-bomba a embajadas y periódicos empujados por un gurú al que llaman el Irreductible. Cuando salga en libertad los enseñará a atracar bancos.  Para la revolución ya habrá tiempo.