Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Hollywood prepara película sobre Ingrid, pero la Betancourt (no la Bergman), con una chica Bond (Caterina Murino) y mucha “salida negociada del conflicto”, que de qué nos sonará a los españoles eso, o sea que muy Ingrid y muy Betancourt todo, que es por lo que yo me acuerdo ahora de Pérez, William Pérez Medina, “el enfermero de los secuestrados”, secuestrado por las fuerzas del progreso a los 23 y rescatado por el ejército colombiano a los 33, diez años y cuatro meses en la selva encadenado a otros rehenes, 44 días después de la muerte de su papá. “Siendo tú tan poderoso, Diosito lindo, ¿por qué no le regalaste a mi papá esos cuarenta y cuatro días de vida que le hubieran servido para ver a su hijo libre?”, rezaba Ruth, su hermana, en la crónica del mejor cronista español, Alberto Salcedo Ramos, que reporteó al hombre que “me dio de comer cucharada por cucharada, me puso el suero, me diagnosticó”, según contaba Ingrid por TV. Diez años y cuatro meses comiendo culebra, mojojoy y mico asado mientras soñaba con el chivo guisado (¡Jesucristo, cómo le gustaba ese plato a ese muchacho!) de su mamá, doña Carmen, que en el punto de mayor desesperación supo que su hijo seguía vivo porque una vecina, “La Mona”, que era supersticiosa, había visto pasar en una bicicleta a un muchacho igualito a él “y cuando lo llamé por el nombre de William, volteó a mirarme, y eso significa que Tito está vivo”. Durante diez años y cuatro meses doña Carmen puso un plato de más en la mesa para Tito.
–¿En serio no los odia?
–Odiarlos sería como seguir secuestrado.
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Abc
Hollywood prepara película sobre Ingrid, pero la Betancourt (no la Bergman), con una chica Bond (Caterina Murino) y mucha “salida negociada del conflicto”, que de qué nos sonará a los españoles eso, o sea que muy Ingrid y muy Betancourt todo, que es por lo que yo me acuerdo ahora de Pérez, William Pérez Medina, “el enfermero de los secuestrados”, secuestrado por las fuerzas del progreso a los 23 y rescatado por el ejército colombiano a los 33, diez años y cuatro meses en la selva encadenado a otros rehenes, 44 días después de la muerte de su papá. “Siendo tú tan poderoso, Diosito lindo, ¿por qué no le regalaste a mi papá esos cuarenta y cuatro días de vida que le hubieran servido para ver a su hijo libre?”, rezaba Ruth, su hermana, en la crónica del mejor cronista español, Alberto Salcedo Ramos, que reporteó al hombre que “me dio de comer cucharada por cucharada, me puso el suero, me diagnosticó”, según contaba Ingrid por TV. Diez años y cuatro meses comiendo culebra, mojojoy y mico asado mientras soñaba con el chivo guisado (¡Jesucristo, cómo le gustaba ese plato a ese muchacho!) de su mamá, doña Carmen, que en el punto de mayor desesperación supo que su hijo seguía vivo porque una vecina, “La Mona”, que era supersticiosa, había visto pasar en una bicicleta a un muchacho igualito a él “y cuando lo llamé por el nombre de William, volteó a mirarme, y eso significa que Tito está vivo”. Durante diez años y cuatro meses doña Carmen puso un plato de más en la mesa para Tito.
–¿En serio no los odia?
–Odiarlos sería como seguir secuestrado.
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Ingrid y William