Lapidación del Beato Ramón Llull, atribuido a Capó,
en el primer número de Papales de Son Armadans
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Mal día, el de Mallorca, para el antimourinhismo rampante. Higuaín, el suplente, atribuye a Mourinho el mérito de la victoria en la isla del Doctor Caparrós (ese Moreau de Todo a Cien con tics de costalero de La Canina), cuando siquiera por “patriotismo argentino” Higuaín debía estar arrojando latas de Red Bull contra el occipucio del “técnico de Setúbal”, como dice el periodismo global en español (o afincado en España) para ponerse más culto.
Ese periodismo, que engloba al Parnasillo de Valdano, trata de llevar a sus pacientes al convencimiento de que, tratándose de portugueses, Mourinho es un orate, y Cristiano, un “cani” que… ¡no ama al Madrid!, para que los piperos necios se regalen ese minuto de superioridad social pitándole el día del Barcelona, que es pasado mañana.
Cristiano, pues, no amaría al Madrid, y si lo amara, sería menos que a sí mismo, circunstancia que lo coloca en manos de la sofrología, que es una psicología muy zen, tan zen como el papel de Mou en Son Moix (de los Papeles de Son Armadans de Cela a los Papeles de Son Moix de Mourinho), y no tengo yo aquí espacio para exponer la teoría zen del papel de un poeta vietnamita que fascinaba a Ullán, y venerado maestro zen, Thich Nhat Hanh (en Wikipedia lo tendréis), que tiene escrito:
–Flota una nube, sí, sobre esta hoja de papel.
(...)
O sea, que el universo entero está encerrado en la hoja de papel de Thich Nhat Hanh, como, al parecer de la prensa deportiva, todo el fútbol está en el papel mallorquín de Mourinho, que fuera de su papel tuvo el humor de elogiar a Caparrós, que en el campo se había puesto “como un obelisco” protestando el “penalti” intercostal de Sergio Ramos y en el vestuario lo que protestaba era un “gol” que era un fuera de juego que no era fuera de juego.
¡Como para ir sin papeles en qué apuntar todas estas cosas está el fútbol!
De John Huston se cuenta que, ante el apremio de los productores a no alargar los rodajes porque se les iba el presupuesto, arrancaba al azar un puñado de hojas del guion, y a correr.
Y en la forma mourinhista de resolver estos partidos pestosos (que son los que te pierden) de una Liga interminable veo yo el arbitrio genialoide (en versión abstemia) de la mano del Santo Bebedor de Misuri.
Pero el papel de Mou en manos de Menotti (santo y greña de la parapsicología argentina) ha de ser como el pañuelo de Desdémona en manos de Yago.
Vuelven al Bernabéu las Desdémonas (“Wall Street Journal”) de Pep, ahora en misión de copas. Otro Día de la Marmota del fútbol español. Tan español, que hasta los “mossos” de Barcelona, a dieta de vasitos de agua clara, amenazan al gobierno catalán con hablar... en español.
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MILJAN MILJANIC
Miljan Miljanic fue nuestro titismo (de Tito, el mariscal) futbolero de los setenta, una tercera vía entre el ovejerismo argentino del Atlético y el cruyffismo holandés del Barcelona. Lo más parecido a Miljanic que veríamos luego sería Terry Venables: el yugoeslavo había traído el preparador físico, y Venables trajo el “pressing” (con cuya versión vallenata amenizó Pacho Maturana los domingos de Valladolid), los dos inventos más dañinos para el periodismo deportivo: parecían actas de la Inspección de Hacienda, pero eran crónicas de fútbol. Que Miljanic descanse en paz.
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