Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Dice el alcalde de Vic que la crisis debilitará tanto al Estado que la independencia catalana puede caer como breva en dos años. Es lo que Quim Monzó llama poner la miel en la boca del asno (catalán), porque, “débil o potente, el Estado español tiene como objetivo prioritario esquilmar a Cataluña”.
–Lo lleva de fábrica.
Esa República Catalana ve en Monzó a su Tom Paine fabril y manufacturero (Paine fue un tipo raro que no aceptaba dinero por lo que escribía) que piensa lo mismo que Karmele o Rahola, dos candidatas populares al futuro título de “Marianne” con barretina: España ordeña “la teta catalana”.
–Sostenemos que estas verdades son evidentes en sí… –dice la Declaración de Independencia americana.
Russell disculpa la “boutade” porque aquellos americanos hablaban por Euclides (su doctrina de los derechos naturales era una búsqueda de axiomas euclidianos en la política), pero Gellner afirma que esa Declaración “es uno de los documentos más cómicos y ridículos que se han redactado”.
Franklin y Jefferson (¡el río que nos lleva a Monzó, Karmele y Rahola!) no eran tontos, pero afirmaban algo totalmente absurdo, a saber, que sus opiniones, que para la mayoría de la sociedad eran ininteligibles, eran realmente “evidentes en sí”.
¿Cuál es la explicación de esa egregia locura por parte de hombres perfectamente inteligentes, sobrios, responsables y competentes (hablamos de Jefferson y Franklin)?
–La explicación es simple –se contesta Gellner–. Tomaron su propia cultura inusitada tan por descontada que la confundieron con la condición humana en general. ¿Qué otro mundo podía haber?
Yerra el alcalde de Vic. Independencia es dinero. Sin crisis, Camba tendría su millón de pesetas para hacer de Getafe una nación.
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Abc
Dice el alcalde de Vic que la crisis debilitará tanto al Estado que la independencia catalana puede caer como breva en dos años. Es lo que Quim Monzó llama poner la miel en la boca del asno (catalán), porque, “débil o potente, el Estado español tiene como objetivo prioritario esquilmar a Cataluña”.
–Lo lleva de fábrica.
Esa República Catalana ve en Monzó a su Tom Paine fabril y manufacturero (Paine fue un tipo raro que no aceptaba dinero por lo que escribía) que piensa lo mismo que Karmele o Rahola, dos candidatas populares al futuro título de “Marianne” con barretina: España ordeña “la teta catalana”.
–Sostenemos que estas verdades son evidentes en sí… –dice la Declaración de Independencia americana.
Russell disculpa la “boutade” porque aquellos americanos hablaban por Euclides (su doctrina de los derechos naturales era una búsqueda de axiomas euclidianos en la política), pero Gellner afirma que esa Declaración “es uno de los documentos más cómicos y ridículos que se han redactado”.
Franklin y Jefferson (¡el río que nos lleva a Monzó, Karmele y Rahola!) no eran tontos, pero afirmaban algo totalmente absurdo, a saber, que sus opiniones, que para la mayoría de la sociedad eran ininteligibles, eran realmente “evidentes en sí”.
¿Cuál es la explicación de esa egregia locura por parte de hombres perfectamente inteligentes, sobrios, responsables y competentes (hablamos de Jefferson y Franklin)?
–La explicación es simple –se contesta Gellner–. Tomaron su propia cultura inusitada tan por descontada que la confundieron con la condición humana en general. ¿Qué otro mundo podía haber?
Yerra el alcalde de Vic. Independencia es dinero. Sin crisis, Camba tendría su millón de pesetas para hacer de Getafe una nación.
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