domingo, 8 de enero de 2012

Lassalle

Lassalle


Roy Bean

Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural

El espectáculo más solicitado es el sol. En Madrid, todo el mundo quiere tomar el sol. Sólo si el día está nublado a la gente le da por los museos, que este año, por la nubosidad y la crisis, han recibido más visitas.

Pero el sol es un espectáculo urbano. A los rústicos no les gusta el sol, y cuando por San Isidro se acercan a Madrid buscan las aceras de sombra. Un día los pícaros de la capital decidieron cobrarles por ir por la sombra, y así nacieron los “isidros”. Ésta es la base de lo que en la Red comenzó a conocerse como Ley Sinde y ha terminado siendo un Reglamento Lassalle, por el personaje que, enjuiciando lo nuevo con los criterios que sirvieron para lo viejo, ha puesto en marcha esa “tranche de vie” que es el Reglamento Lassalle.

Igual que Lenin, mirando a Tolstoi, le decía a Gorki que nadie había descrito tan profundamente al mujik “hasta que llegó este conde”, bien puede decirse que nadie ha descrito tan profundamente al internauta español, siempre dispuesto a descargárselo todo, hasta que llegó este “petit” Touchard de la Montaña con su reglamento: el Reglamento Lassalle.

Lassalle gasta barba y seguramente ame al ciclismo. La barba parece estudiada para recordar al mismo tiempo a Jorge Laverón (Lassalle también va a gestionar la tauromaquia) y al juez Roy Bean de Walter Brennan, es decir, un juez de la horca digital, lo cual ayudará a disipar los dengues que los más cursis ponen porque el Reglamento Lassalle se salta a la torera (volvemos a Jorge Laverón) la tutela judicial, dejando en manos de un profesor, el profesor Lassalle, la cosa liberal de chapar “webs” como Matanzo chapaba garitos.

¿Liberalismo totalitario o totalitarismo liberal?

Son conservadores los niños, los viejos, los hombres de campo y los grupos religiosos –dice Sábato–. Y son revolucionarios los adolescentes, los jóvenes y ciertos tipos de adultos: neuróticos, resentidos, inadaptados