El Gato Impresor
(de Éticas)
(de Éticas)
Hughes
En el coche, como alternativa al rugido del motor, que me recuerda siempre al inicio melancólico de La Carretera de Julio Iglesias, pongo las tertulias, que son como la Lección de Anatomía de Rembrandt sobre el cadáver amarillo de la actualidad. Hay un tertulianismo renovado y cachondón en Alsina, en Colmenarejo y también, cuando le dejan, en Herrera, pero sobrevive el tertuliano agónico y arbitrista.
Esta mañana, uno de ellos, un tertuliano emérito, predicaba la necesidad de una nueva ética del trabajo, porque, decía, el trabajo es visto en España como una condena por el trabajador y a la mínima se escaquea, y a mí ha sido escuchar estas palabras y entrarme un ataque de ira, que si me llega a ver la Guardia Civil me desvía a una rotonda para ajusticiarme con los datáfonos esos de camareros que se gastan -a veces le apetece a uno que le multen para que le hablen de usted, por sentirse un poco señor-.
Y es que el tertuliano todo lo arregla pidiendo una ética: una ética al banquero, al político, al comerciante, al periodista, y hasta al currante, como si no tuviera bastante con tener un jefe.
Si se queda uno sentado en el autobús y no cede el asiento es porque no hay ética pública, si se defrauda el alquiler del piso es porque no se ha conocido la ética tributaria, si crecen los divorcios es que, evidentemente, falta ética convivencial y si miente el político, es obvio: es que la ética política vive sus momentos más bajos desde Fernando VII.
¿Pero cómo se hace una ética? ¿Y cómo se construye uno una ética? ¿Se la hace el individuo en soledad o se elabora en gremio?
Antes se lamentaba la gente de que no había vergüenza o educación. Ahora se echan de menos éticas sectoriales y mínimas. El particularismo de la ética y la apelación superética a todo quisque es la solución a los problemas del mundo.
-Mire, este señor ha robado un banco.
-Claro, es que le faltaba una ética.
Después de pedir leyes y reglamentos, como se ve que las cosas siguen estando más o menos igual, ahora se piden éticas, pero claro, pedir éticas es muy agradecido, porque parece que detrás hay un ensamblaje de cosas morales y como muy aristotélicas, es algo muy civilizado, pero... eso de la ética ¿quién lo expide? ¿El político? ¿El interesado? ¿El sistema educativo? ¿La iglesia? ¿Es cosa de hoy para mañana o labor de siglos?
Ha nacido el Imperativo Tertuliano y en nuestra personal y errática búsqueda de la felicidad, precaria como un empleo, deberíamos examinar nuestras moralidades y, como filósofos febriles por las noches, redactarnos una ética urgente por si nos la exigen.
-A ver, caballero, conducía usted a 150 km/h por una comarcal, dando puñetazos en el salpicadero, ¿carece usted acaso de una ética al volante?
En Los Objetos Impares
11 de Enero
En el coche, como alternativa al rugido del motor, que me recuerda siempre al inicio melancólico de La Carretera de Julio Iglesias, pongo las tertulias, que son como la Lección de Anatomía de Rembrandt sobre el cadáver amarillo de la actualidad. Hay un tertulianismo renovado y cachondón en Alsina, en Colmenarejo y también, cuando le dejan, en Herrera, pero sobrevive el tertuliano agónico y arbitrista.
Esta mañana, uno de ellos, un tertuliano emérito, predicaba la necesidad de una nueva ética del trabajo, porque, decía, el trabajo es visto en España como una condena por el trabajador y a la mínima se escaquea, y a mí ha sido escuchar estas palabras y entrarme un ataque de ira, que si me llega a ver la Guardia Civil me desvía a una rotonda para ajusticiarme con los datáfonos esos de camareros que se gastan -a veces le apetece a uno que le multen para que le hablen de usted, por sentirse un poco señor-.
Y es que el tertuliano todo lo arregla pidiendo una ética: una ética al banquero, al político, al comerciante, al periodista, y hasta al currante, como si no tuviera bastante con tener un jefe.
Si se queda uno sentado en el autobús y no cede el asiento es porque no hay ética pública, si se defrauda el alquiler del piso es porque no se ha conocido la ética tributaria, si crecen los divorcios es que, evidentemente, falta ética convivencial y si miente el político, es obvio: es que la ética política vive sus momentos más bajos desde Fernando VII.
¿Pero cómo se hace una ética? ¿Y cómo se construye uno una ética? ¿Se la hace el individuo en soledad o se elabora en gremio?
Antes se lamentaba la gente de que no había vergüenza o educación. Ahora se echan de menos éticas sectoriales y mínimas. El particularismo de la ética y la apelación superética a todo quisque es la solución a los problemas del mundo.
-Mire, este señor ha robado un banco.
-Claro, es que le faltaba una ética.
Después de pedir leyes y reglamentos, como se ve que las cosas siguen estando más o menos igual, ahora se piden éticas, pero claro, pedir éticas es muy agradecido, porque parece que detrás hay un ensamblaje de cosas morales y como muy aristotélicas, es algo muy civilizado, pero... eso de la ética ¿quién lo expide? ¿El político? ¿El interesado? ¿El sistema educativo? ¿La iglesia? ¿Es cosa de hoy para mañana o labor de siglos?
Ha nacido el Imperativo Tertuliano y en nuestra personal y errática búsqueda de la felicidad, precaria como un empleo, deberíamos examinar nuestras moralidades y, como filósofos febriles por las noches, redactarnos una ética urgente por si nos la exigen.
-A ver, caballero, conducía usted a 150 km/h por una comarcal, dando puñetazos en el salpicadero, ¿carece usted acaso de una ética al volante?
En Los Objetos Impares
11 de Enero