sábado, 14 de enero de 2012

En la muerte de Miljan Miljanic


Francisco Javier Gómez Izquierdo

Escucho en la radio del coche que ha muerto Miljanic y me invade una inevitable sensación de veteranía cuando cuento a mi tierno infante lo que supuso para el fútbol español la llegada de aquel yugoslavo con cara de boxeador. Ahora resulta que era serbio, pero para nosotros era yugoslavo, y como el Burgos tuvo el mismo gusto que el Real Madrid nos pareció que íbamos por el buen camino.

Primero había llegado un Cruyff que ganaba él sólo los partidos y Don Santiago dejó de confiar en Miguel Muñoz tras un afrentoso 0-5. Molowny lo arregló en la Copa, pero el presidente madridista ya tenía preparado a Miljanic, un señor que parecía general en un Estrella Roja donde todos los jugadores eran oficiales de un disciplinado ejército. Inolvidables el extremo izquierdo Dzajic, Acimovic, Paulovic, ó aquel Katalinsky de nuestra desventura. La prensa de entonces trató a Miljanic como el más sabio de los catedráticos futbolísticas y para todos nosotros -los de provincias- se convirtió en el oráculo de Delfos. Con el paso del tiempo llegué a pensar que Miljan Miljanic tenía mucha mano ante Tito y mucho mundo corrido, lo que le empujó a convencer al presidente yugoslavo a que abriera las fronteras a unos extraordinarios futbolistas que aportarían sus buenas divisas al Régimen socialista. Creo recordar que la Federación Yugoslava permitió fichar por los grandes clubs europeos a los mayores de 28 años, no pudiendo salir Dzajic, el mejor de entre todos por joven. Al cumplir la edad reglamentaria acabaría en el Bastia el mejor futbolista que probablemente haya tenido este club.
Miljanic ganó la liga nada mas llegar. En el 75. El año que murió Franco y el año que ascendió el Burgos, gracias a la impagable aportación de Kresic y Adzic, otros dos yugoslavos como Miljanic. Miljanic se presentó un día en El Plantío a ver a Kresic en 2ª División y dijo en el As:

-Después de Cruyff, Kresic es el mejor jugador que ha venido a España.

Aquello impactó en mi corazón adolescente, pues un servidor había ponderado más allá de la exageración las virtudes de Sergio Kresic, al que no me cansaba de mirar cómo cambiaba el balón de hombro a hombro o lo dormía en el pescuezo o tiraba a dar al larguero sin fallar, como dicen que hacía Cruyff en los entrenamientos del Barcelona. La observación de Miljanic coincidente con la mía hizo que lo defendiera ante los que le criticaban cuando empezó a perder partidos imposibles. Discurrió cómo anular a Cuyff y se inventó a Camacho. Ganó a los penaltys una espectacular final de Copa que acabó 0-0 ante el Atlético y mirando la estadística veo que también ganó la liga 77-78.
A partir de entonces se le empezaron a torcer las cosas en Madrid. Nunca olvidaré las continuas peticiones a Don Santiago Bernabéu para que fichara a nuestro Juanito, y en aquel “dale que dale” llegó a Burgos Laredo y en un arte birlibirloquero Juanito se fue al Madrid... gratis total. Con Miljanic y Laredo empezó mi malquerer hacia el Real Madrid y no creo que me lo quite nunca... y es que los burgaleses somos muy nuestros.

Miljanic era un señor muy educado y parecía que en vez de entrenar daba clases magistrales como si el fútbol no tuviera secretos para él... pero en realidad no era tan buen entrenador. Se aprovechó del papanatismo de la época y como viejo zorro decía lo que gustaba escuchar. Tenía razón en una cosa: que Kresic (fue antes que Schuster) era casi como Cruyff. Los dos, Cruyff y Kresic se fueron de la mano a los Estados Unidos a jugar junto a Pelé.