domingo, 15 de enero de 2012

Clases medias

España, cuna de liberales
Hughes

Cuando ya pensábamos que no había clases y que éramos lo que quisieran pagar por nosotros, odre hueco que se va llenando de capital humano, va el PP, sube un impuesto y los liberales punk y Pombo -mourinhismo malva- se acuerdan de las clases medias, lo que suena a reivindicación de los pantanos. ‘Clases medias’ es ‘sociedad civil’, pero en antiguo. A los liberales españoles yo no me los termino de creer y hasta comprendo que Rajoy los quisiera echar de casa aquella vez mediterránea en que decidió parecerse a nuestos padres cuando nos enseñaban la puerta de la calle. Ahí nos medían y nosotros, como los liberales, reculábamos, ácratas de boquilla. El desinterés liberal hacia el presupuesto me resulta teatral. No es, digamos, mamífero. Este liberalismo ha salvado a la derecha española de sí misma y ha aligerado su mitología. La última batalla gloriosa de los españoles fue Maastricht, donde quedamos como titanes y éste es todo el españolismo que se le permite a la derecha, la gloria de los Montoro, la apoteosis hidalga de pagar las deudas. Los liberales también son muy modernos y cibernéticos: antes uno se metía en internet y todo eran tetas y porno, pero ahora a la mínima se abre una ventana insumisa y nos salta un liberal pidiendo amnistía fiscal y delgadez gubernamental, la anorexia twiggy del estatalismo. Para ellos, la cosa pública debe ser como Kate Moss: escuálida, guerrera y anglosajona. El comunismo sería rubensiano y la socialdemocracia lo que decía Pla de la mujer catalana: falsa magra. El liberalismo es una palabra muy española, sí, pero de un modo espiritual y aspirativo. Un españolismo velazquiano. El liberalismo es una propensión, un querer ser: un misticismo social y político y por eso le hemos puesto el nombre y hasta hemos llamado así a algún español, como liberal a modo de santo, de santurrón levitativo en celda oscura de penitente civil, o liberal por raro, porque de todo tenía que haber y porque no se le podía llamar otra cosa. Los liberales eran como los rubios, que había uno en todo el barrio. Si será raro el liberalismo, que nace en Cádiz, arrinconado, allí donde España mira hacia América, donde España se hace iridiscente y sueña, porque el liberalismo, lo siento, también es un lirismo y necesitariamos un Bécquer que nos lo definiera con amorosa exactitud. España ha dado al mundo liberalismo, misticismo y turismo, mientras otras naciones han inventado el torno fresador. Total, que ahora unos que se dicen liberales -también Indalecio Prieto se quiso así, porque ser liberal es parecerse un poco a Gary Cooper- se acuerdan de las clases medias, cuando ya nos habíamos hecho a la idea de que no había clases, sino individuos más o menos jodidos y salarios. Pensábamos que clase media era Solari, y no, hay clase media y alta y luego hay parados. Y las clases pasivas, claro, que más que clase serán casta. Las clases medias, supongo, serán obreros que han olvidado o ignoran el prejuicio antiburgués de la cultura y desconfían bastante del Estado.