martes, 4 de marzo de 2025

Visita a la partidocracia


Doctor Esquerdo


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


La partidocracia (no la democracia, que Europa aún no la ha visto) es un poco como el patio del sanatorio del mítico doctor Esquerdo en Carabanchel. A reportearlo fue un día el también mítico Caballero Audaz, a quien el doctor le recuerda al “Moisés” de Miguel Ángel: “Siempre que veo al ilustre alienista, me infantilizo”.


¿Usted sabe cómo les llamaba un enfermo de aquí al resto de la humanidad? –dice el doctor al reportero–. Simplemente, “los de fuera”… Y lo peor es que quizá tuviera razón.


“¿Por qué Bildu está dentro y yo estoy fuera del ‘sistema’?”, se pregunta Abascal, ostraconeado por los juglares y bufones del Régimen local, pero reconocido, a cambio, por la gran collera del imperio gringo: Trump, que clausura el siglo XX, a hombros de Musk, que inaugura el siglo XXI. Sólo sus nombres ya encocoran a nuestros viejarras progres, que no han hecho en la vida más que facturar tertulias y pelar pipas en el Avión Club, levantándole cigarros a César, el pianista, y que ahora, pianos cascajosos todos, gruñen para que los jóvenes vayan a Rusia a hincar la picacha en un terraplén con el nombre de la socialdemocracia en la boca. Llaman putinejo a Trump como llamaban comunista a Kennedy, hasta que lo mataron.


Una de mis ideas fundamentales es darle al loco la sensación de que es dueño de sí mismo, de que está en plena libertad.


Esquerdo era republicano radical, candidato por Madrid en la conjunción republicano-socialista, con la mayor votación después de Galdós. El Caballero Audaz pregunta cuál es la locura más frecuente. “Delirio de grandezas en los hombres, y en las mujeres, la genésica”, responde el alienista, que en el patio le presenta a un profesor de Ciencias que habla como un tertuliano de Fortes: “¿Mi nombre? No sé cómo me llamo, por eso firmo con cuatro o seis. Yo he sido herido en los Balcanes anteayer, pero quedé como un valiente. En cada bolsillo llevo a un monarca. He aquí a Jorge V (y al decir esto saca del bolsillo el pañuelo de las narices). He aquí a Nicolás I. Soy el hombre más libre del Universo. Bueno, hablo todos los idiomas. ¿A que no me entendéis? Harasipui, harasipón chiperitón cua cua… Es el ruso, imbéciles”. El patio del sanatorio del doctor Esquerdo es como cualquier plató de TV en los Estados de Partidos.


Lector –concluye el Caballero Audaz–: es mucho más triste un manicomio que un cementerio.


En la colina, Zelenski le canta a Trump un aria demencial: “¡Santa Rita, Santa Rita, lo que se da no se quita!” En lenguaje socialdemócrata: los dólares que no aparecen no eran préstamos, que eran subvenciones. He aquí un debate como el de Huxley y Gladstone en las páginas de “Nineteenth Century” sobre el episodio de los cerdos gerasenos del Evangelio. ¿Eran propiedad de un judío o de un gentil? Si de un gentil, su aniquilación constituyó una injerencia injustificable en la propiedad privada.


El auto corría y el manicomio quedaba a nuestra espalda.


[Martes, 25 de Febrero]