Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
Los hijos de la tinieblas son más astutos que los hijos de la luz. ¿Dónde viene eso? En la Biblia. Una directora de la Biblioteca Nacional que a lo mejor no daría en la Biblia con una oración ha dado, sin embargo, con la astucia de echar del vestíbulo del edificio, aunque sea en estatua, al viril don Marcelino Menéndez y Pelayo... ¡por misógino!
Tratándose de una señora de tantísimo progreso, uno entendería que arremetiera contra el señor Menéndez y Pelayo por fascista, que es lo que los miramelindos del krausismo español le llamaban por machote. Tenían a mano el célebre “Brindis del Retiro”, en que, delante de los sabios europeos convocados en los jardines del parque madrileño con ocasión del centenario de Calderón de la Barca –según todos los indicios, otro fascista de cuidado–, don Marcelino Menéndez y Pelayo levantó su copa nada más y nada menos que por el Santo Tribunal de la Inquisición, una cosa que, al decir de Manuela de Madre –Manuela de Progenitor B, en lenguaje zapateril–, llegó a España en el siglo XIX. El señor Menéndez y Pelayo cantó a la España luz de Trento y martillo de herejes, y sólo por eso se exponía a ser arrastrado hoy en estatua por este régimen de progreso. Por fascista, como dice Carmen Calvo de los romanos. Pero, ¡por misógino!...
“Misoginia” debe de ser una palabra difícil de entender para una señora que cree que Barrabás murió en el Calvario al lado de Nuestro Señor, versión, por cierto, que nadie encontrará en la nómina de los heterodoxos hecha por el señor Menéndez y Pelayo. ¿Qué obras de este señor habrán leído los iconoclastas de la Biblioteca Nacional? La bragada Sandra Harding hojeó los principios de mecánica de Newton y entendió que aquello era un perfecto manual de violación. ¿Fue Newton, además de fascista y “handicapé”, misógino? ¿Es la “Historia de la Ideas Estéticas en España” un manual de violencia de género?
La misoginia, en efecto, es una cosa demasiado seria para dejarla en manos de algunas señoras. Si es por misoginia literaria hay que echar abajo la estatua de Quevedo, pero, si es por misoginia política –la más reaccionaria habida en España–, hay que retirar de los Nuevos Ministerios los “caganers” de Prieto y Largo Caballero, misóginos tremendos. En cuanto al hueco dejado por don Marcelino Menéndez y Pelayo en la Biblioteca Nacional, que pongan, en “lladró”, la figura de Rodríguez, campeón de la democracia paritaria, sólo porque de algún modo, menos con libros, tiene que ir asegurando el cocido para las chiquillas. Porque son chiquillas lo que tiene, ¿no?