martes, 12 de marzo de 2024

Militarones


J.F.K. con lord Mountbatten (centro)...
 y Lem


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Un documental de la BBC afirma que Trump es un fascistón “como Julio César” (¡con los idus de marzo al caer!), que es como decir que Mary Beard es una teatrera como Shakespeare.


No conocemos al verdadero comandante en jefe del imperio (lo de Biden no sale ni en Mommsen ni en Gibbon, aunque todo el mundo finja que es lo normal), y su “ausencia cognitiva” la rellenan militarones como Austin, que no es Patton, pero que da ruedas de prensa (le falta el caballo de Patton y el tubito de los polvos de Powell) para decir que hay que ir a la guerra contra Rusia, cosa que engorila a nuestros liberalios, tan militaristas ellos, aunque ninguno haya hecho la mili, pues se puede ser militarista sin ser militar y militar sin ser militarista.


¡Los militares a los cuarteles! –repetían aquí, dándose pote, los revistosos del puchero democrático cuando la Santa Transición.


Esto de que en la potencia colonial hablen de política los militarones en vez de hacerlo el césar, que no sabe ni quién es ni dónde está, no era lo que Alexander Hamilton expresaba en sus cartas a James Douane ni en los debates constitucionales de Filadelfia sobre el papel del ejército. En la cultura inglesa la confusión de la autoridad civil con la autoridad militar (caudillismo hispánico) murió con Cromwell. ¿Cuántos neocones sabrían dar hoy razón de Cromwell?


La auténtica rivalidad entre elites no es entre la Facultad de Ciencias Empresariales de Harvard y la Facultad de Derecho de Yale, sino entre éstas y West Point –sostiene Sheldon S. Wolin en su “Democracia S. A.”, último clavo en el ataúd de la democracia americana, importante porque no hay otra.


Wolin describe el “cursus honorum” de la puerta giratoria en un país que cultiva el miedo como mensaje de que lo único que puede hacer el ciudadano es seguir las instrucciones de las “autoridades”: ingreso a las fuerzas armadas, transferencia a la corporación, graduación como miembro de la clase conservadora (esto de la “clase conservadora” lo creía Wolin, que murió sin imaginar que esa clase sería conquistada por sus liberales, beneficiarios del nuevo militarismo belicista desencadenado por Cheney, “conocido evasor de la conscripción durante la guerra de Vietnam”).


Los soldados del gobierno luchan hombro a hombro con guerreros corporativos emprendedores que, como corresponde, cobran miles de dólares más que los soldados.


El último presidente que mantuvo a los militarones a raya fue Kennedy (“No tienes idea de cuantísimos malos consejos he recibido”, le confiesa a Galbraith en la crisis cubana). Del jefe del Estado Mayor, Lem, con su impresionante aspecto castrense, “aunque poco dado a las honduras mentales”, nos queda el retrato psicológico que le hizo Jackie: “Jack lo tuvo bien considerado hasta la mañana del sábado que vino a la Casa Blanca con una chaqueta deportiva”.


En Europa a filas iremos los de siempre, pero esta vez moriremos con el número de Identidad Digital de la UE.


[Martes, 5 de Marzo]