Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Un amigo mío que presume de ojo clínico dice que Ábalos parece un “kie”, y que un respetito, pues cuando un “kie” habla como habló Ábalos (“el partido no me ha apoyado”) puede pasar cualquier cosa.
Las cárceles españolas son como el bosquecillo de Nemi: “En cada galería hay un ‘kie’ que es respetado... hasta que llega otro ‘kie’.”
España ve en Ábalos a su “kie” y la Otan ve al suyo en Macron, el presidente de Francia, que no está en su comando militar, que a lo mejor es la razón (aparte su condición de chisgarabís de la política) por la que habla de enviar soldados de la Otan a luchar contra Rusia, que estaría invadiendo Europa, aunque lo menos que uno se encuentre por nuestras calles sean rusos.
Macron se sueña Bonaparte subido a un cajón de gaseosas, y no es un “kie” serio, pues hasta la Otan ha salido, por alusiones, a taparle la boca. Macron, que pasa por ser “le président intellectuel”, no sabe que Rusia es tan Europa como Francia, que invadió Rusia (la Historia señala a Francia y a Alemania como las dos grandes invasoras europeas) para que Tolstói escribiera “Guerra y paz”, y no Rusia a Francia, como cree él, para que Céline (¡el Homero de las patocracias macroníes!) escribiera su “Viaje al fin de la noche”:
–¿Seré el único cobarde de la tierra?... ¿Perdido entre dos millones de locos heroicos, furiosos y armados hasta los dientes?... Lanzando detonaciones, ocultos en la tierra como en una celda de manicomio, para destruirlo todo, Alemania, Francia y los continentes, todo lo que respira, destruir, más rabiosos que los perros, adorando su rabia (cosa que no hacen los perros), cien, mil veces más rabiosos que mil perros, ¡y mucho más perversos! La verdad era, ahora me daba cuenta, que me había metido en una cruzada apocalíptica.
Macron no tiene hijos, y aprovecha el bisiesto para invitar a un apocalipsis a “los líderes europeos” (?) en el Elíseo, donde echamos de menos a un Blücher, el general prusiano que socorrió a Wellington en Waterloo, y que, al ver en 1814 los palacios imperiales del pequeño corso que había arriesgado la gloria de imperar en Francia por el poder de conquistar Rusia, dijo: “Hay que ser tonto para tener todo esto y pretender invadir Moscú”.
Harto de correr delante de los tractoristas en Francia, Macron quiere plantarse en Rusia todavía no se sabe bien, dada su frivolidad, si a vengar a Napoleón Bonaparte o a impresionar a Brigitte Trogneux, su “Marianne”, cuya visión nos rejuvenece a Delacroix.
–Los franceses no pueden quejarse de mí; para economizarlos he sacrificado alemanes y polacos –le suelta un día Napoleón a Metternich–. He perdido trescientos mil hombres en la campaña de Rusia, pero en ese número no había más de treinta mil franceses.
–Olvidáis, Sire, que estáis hablando con un alemán –contesta el ministro.
La última invasión francesa (“intervención humanitaria” para expandir la Ilustración) fue Libia, donde ahora hay mercado de esclavos.
[Viernes, 1 de Marzo]