sábado, 9 de marzo de 2024

¿Existe todavía el Derecho? (II)



Dalmacio Negro


6.- Efectivamente, las constituciones a la francesa, producto de der Wille zur Macht, la voluntad de poder, presunta representante de la mítica volonté générale du peuple —inventada por Rousseau para recuperar la libertad política colectiva—, no se limitan a regular el funcionamiento y la actividad del gobierno: pretenden “constitucionalizar” la sociedad y, bajo el impulso de las nuevas religiones mitificadoras —las ideologías mecanicistas y las bioideologías—, la vida entera. El “derecho” que se desprende de ellas, normaliza el carácter bestial de las legislaciones soviéticas, nacionalsocialista y sus imitadores.


Decía Henry L. Mencken: «But the government is really nothing but a group of men, and usually they are very inferior men», el gobierno no es realmente otra cosa que un grupo de hombres que son normalmente hombres muy inferiores. Mencken enunciaba así la inexorable ley de hierro de las oligarquías, formulada por primera vez por Robert Michels a principios del siglo pasado, aplicando a la política la expresión de Lassalle (copiada de la de David Ricardo en 1817) ley de hierro de los salarios operante bajo el “capitalismo”. Maquiavelo decía que es una ley de la historia la lucha entre oligarquías por la conquista de poder político. Y como todo gobierno es oligárquico, definió Gonzalo Fernández de la Mora  la ley de hierro como la forma trascendental del Gobierno.[1]  El control de las oligarquías,  cuyo derecho legislado o interpretado por ellas sin el contrapeso de la libertad política colectiva tiende a ser caprichoso, constituye el problema central del pensamiento político liberal. Es fundamental para conservar las libertades, que controlen los gobernados la actividad del gobierno ejerciendo la libertad política colectiva.[2]


En el complejo mundo  de la política, no hay “soluciones”, sólo cabe el compromiso,[3] uno de los grandes artefactos de la civilización, decía Simmel.  Pero el compromiso se ha desfigurado o hecho casi imposible debido a que Marx sustituyó las oligarquías por las clases y decretó que la historia, por lo menos la occidental, es la historia de las luchas de clases. El Manifiesto comunista comienza afirmando lapidariamente: «La historia de todas las sociedades es hasta nuestros días la historia de la lucha de clases». Marx no habría tenido sin embargo tanta importancia, si no hubiese triunfado en Rusia la revolución teóricamente proletaria dirigida por Lenin, su discípulo ex lectione. Europa estuvo desde este momento bajo l’oeil des ruses (C. Schmitt) y el leninismo impulsó la sovietización o colectivización del pensamiento político en el terreno abonado por los socialistas europeos, destacando la Fabian Society y el Labour Party,[4] anteriores al Putsch de Lenin y Trotski en 1917. Hilaire Belloc profetizó el auge del estatismo y, como consecuencia, el del colectivismo al empezar el que iba a ser “el terrible siglo XX” en El Estado servil (1912).[5] Libro que inspiró El camino de servidumbre (1945) de Friedrich Hayek, cuando era evidente el triunfo intelectual de las ideas socialistas reforzadas por el nacionalsocialismo.


Las ideologías estatistas prosperaban en todas partes, pero debieron su mayor impulso a la especie de pinza entre la URSS y la Inglaterra liberal-socialista, después de 1945 socialista-liberal. Y el socialismo, la ideología de La revolución permanente teorizada por Trotski, es por definición enemigo del Derecho. Lo subordina, en el mejor caso, a la mítica justicia social, cuyo contenido definen las nomenklaturas de las oligarquías dominantes.[6]


7.- En medio de esa pinza, se abrió paso la variante socialdemócrata legalista de Lassalle, uno de los tres grandes rivales personales e ideológicos de Marx (los otros fueron Proudhon y Bakunin), como una versión paralela a la leninista. Desde 1945, evolucionó, como temía Hayek, hacia el comunismo liberal. Lo reconoce el neocomunista de moda Slavoj Zizêk: se dice que “Francia es la URSS que ha tenido éxito”; podría decirse lo mismo de Inglaterra o España y, desde luego de los países nórdicos. Entre ellos destaca Suecia, el gran laboratorio del marxismo cultural,[7] que difundió en todo el mundo. Obama intentó introducir el modelo sueco en Norteamérica.


El gran teólogo ortodoxo Serguei Bulgakov (1871-1944), expulsado de la URSS en 1922 junto con Berdiaev y otros intelectuales rusos en el “Barco Filosófico”, pensaba que la sovietización se había introducido en Europa fortalecida por el nacionalsocialismo alemán, que debía mucho a Lassalle. Otro disidente soviético, Vladimir Bukowski, afirmaba a principios de este siglo, que «la Unión Europea es la nueva Unión Soviética»: un “monstruo” que debe ser destruido «antes de que se consolide como un Estado totalitario». Bukowski hacía hincapié en la corrección política, el sovietismo importado en Norteamérica,[8] cuya figura principal es Saul David Alinsky (1909-1972), ideólogo del “community organizing”.[9] Personaje muy admirado en el partido demócrata —Hillary Clinton le dedicó una tesis doctoral y es un autor favorito de Obama—,  y considerado el  apóstol del comunismo en Estados Unidos,  enlazó fácilmente  el marxismo con las simpatías socialistas del presidente puritano Wilson y el socialism Corporate estudiado ya por Veblen en Teoría de la clase ociosa.[10] A Schumpeter, exiliado del nacionalsocialismo, le sorprendió la influencia comunista en Estados Unidos y  Raymond Aron, nada sospechoso de antinorteamericanismo, escribía en 1961 como dándole la razón a Chesterton: «la parte de socialismo que es justo proclamar fatal, se encuentra en los Estados Unidos igual o, más bien, mejor que en la Unión Soviética: son los elementos de socialismo que llevan consigo el desarrollo de las fuerzas productivas y la concentración urbana de la poblaciones industriales».[11] Por entonces, afirmaba la teóloga alemana Dorothee Sölle sin percibir la aportación del otro Imperio de la técnica, «la nueva religión es el comunismo». En fin, Jacob Talmon estudió la democracia totalitaria como una forma de mesianismo y Raya Epstein, otro judío preocupado por el resurgir del antisemitismo,  reiteró que la Unión Europea encarna “la nueva iglesia del totalitarismo”.[12] Los críticos del totalitarismo imperante en Europa son cada vez más numerosos. El Brexit tiene mucho que ver con ello. ¿La UE como la UERSS? Y no se puede pasar por alto la teología de la Liberación, con cuya versión argentina, la teología del Pueblo, parece simpatizar el papa Francisco.


8.- La sovietización, el nacionalsocialismo, el maoísmo, la revolución contracultural de 1968, un producto de la desnazificación, pues comenzó en realidad en Alemania, la política correcta, el multiculturalismo, las bioidelogías, el laicismo estatal, la desorientación de las iglesias y la crisis del cristianismo -«todo se mantiene y se desmorona por la religión»  (W. Röpke)- han socavado la tradición jurídica occidental; tanto la continental como la anglosajona y, por ende, la de la libertad, cuya garantía es el Derecho. Ha pasado el tiempo en que pedía Jouvenel “una lección a Inglaterra”.[13] Hoy no se le ocurriría; ni siquiera se la pediría a Norteamérica, en la que veía el bastión del common law. La Legislación —la ley como “fuente” del derecho, no como un medio de conocerlo—[14] ni lo que resta del Derecho, el derecho privado (sometido al fiscal), se preocupan ya de la Justicia:  es derecho lo que manda la voluntad de poder de  los legisladores. Proteger la vida humana y dar seguridad a los actos humanos mediante el Derecho para garantizar las libertades naturales o espontáneas, que son previas a lo Político y al Derecho, equilibrando la seguridad y la libertad, constituía el fin de lo Político, una esencia,[15] y el de la política, la acción de lo Político, es secundario. La política y el Derecho —que, significativamente, se consideran ahora “Ciencias Sociales”— se siguen enseñando más o menos así por inercia o por cinismo (la razón cínica de Sloterdijk), como si, als Ob (Hans Vaihinger), no hubieran perdido su sustancia. Su crisis es tan profunda como la de la religión, el arte, la ciencia, etc., que, dicho cum mica salis, parece a veces que hubieran dejado de existir.[16] Prospera en cambio la técnica como medio de control político y social al servicio de la Legislación.


9.- Security is mortals’ chiefest enemy (Shakespeare, Macbeth, acto 3º, escena 5ª), la seguridad es el enemigo principal de los mortales. Una consecuencia de las guerras civiles europeas en el siglo XX, que fueron también mundiales, es el ansia de seguridad. La mayoría de los Estados europeos y de los gobiernos que les imitan, incluidos los Governments anglosajones —que no son gobiernos de Estados—[17]  son hoy Totalitarios; “liberales”, decía Robert Spaemann y repiten cada vez más escritores; algunos dicen también Totalitarios “democráticos”. Para mantener el statu quo, la Unión Europea ha impuesto la judicialización dentro de ella de los conflictos políticos, devenidos en gran parte culturales. Alentadas por sus mandarines, florecen las culture Wars, y el “Derecho” ha devenido más bestial, que el de los Estados Totalitarios “clásicos”, cuyo principal objetivo concreto era, dicho cum grano salis, limitado: exterminar a los que consideraban enemigos políticos. El “Derecho” de la UE y sus gobiernos tiene como objetivo, hay que suponer que inconsciente, la sovietización. Pero va más lejos. La sovietización europea puede resumirse aquí para abreviar, como la destrucción de los tres principios del Derecho: honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere


[1] G. Fernández de la Mora, “La oligarquía, forma trascendental del gobierno”. Revista de Estudios Políticos. Nº 205 (1976). La partitocracia. Madrid, Instituto de Estudios Políticos 1977.  J. M. Ortí Bordás, Oligarquía y sumisión. Madrid, Encuentro 2013. D. Negro, La ley de hierro de la oligarquía. Madrid, Encuentro 2024.


[2] Vid. A. García-Trevijano, La teoría pura de la República. Madrid, El buey mudo, 2010 (reed. en tres volúmenes en Editorial MCRC 2016).


[3] Vid. B. de Jouvenel, Teoría pura de la política. Madrid, Revista de Occidente 1965.


[4] Sidney Webb y su esposa Beatrice fundaron la Fabian Society en 1884. A la que se adhirieron personajes influyentes como Bernard Shaw, H. G. Wells, la anarquista Charlotte Wilson o la feminista Emmeline Pankhurst. Vid. el ideario de la Sociedad Fabiana en Ensayos Fabianos (1889). Edición de Mª M. Mercedes Gutiérrez Sánchez y F. Jiménez Núñez. Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social 1985. En 1900 se fundó el Labour Party como su brazo político, el segundo partido político inglés tras la Gran Guerra.


[5] Madrid, El Buey Mudo 2010. También de Belloc, Las grandes herejías (1938). Buenos Aires, Sudamericana 1946. Hayek tuvo ya dificultades para publicar Camino de servidumbre (varias ediciones).


[6] Vid. J. Marías, La justicia social y otras justicias. Madrid, Seminarios y Ediciones 1994. F. A.  Hayek, Derecho, Legislación y libertad. Vol II, El espejismo de la justicia social.  Madrid, Unión Editorial 1978-1982. La idea central de la justicia social es combatir la pobreza.  J. Ratzinger advertía, que «la pobreza de que habla [el Evangelio en Lucas y Mateo] nunca es un simple fenómeno material…es simplemente una actitud espiritual» y «el Sermón de la Montaña como tal no es un programa social». Jesús de Nazaret. Madrid, La Esfera de los Libros 2007. 4, 1, pp. 104-105. Vid. lo que sigue. 


[7] Vid. B. Kaiser, Kulturmarxismus. Mühlenbecker Land,  Seuse Verlag, 2018. Suecia, donde gobierna ahora un partido populista, está experimentando un cambio ideológico


[8] Aclara Bukowski: «Meanwhile they are introducing more and more ideology. The Soviet Union used to be a state run by ideology. Today’s ideology of the European Union is social-democratic, statist, and a big part of it is also political correctness. I watch very carefully how political correctness spreads and becomes an oppressive ideology, not to mention the fact that they forbid smoking almost everywhere now». Entrevista a Bukowski “Former Soviet Dissident Warns For EU Dictatorship” en The Brussels Journal (27. II. 2006). A. Jackson, “¿Es la Unión Europea la nueva Unión Soviética?” Desde la Puerta del Sol. Nº 74 (10. VII. 2018). 


[9] Vid. su Tratado para radicales. Manual para revolucionarios pragmáticos. Madrid, Ed. Traficantes de sueños 2012.  También en internet.


[10] Sobre el socialism Corporate, poco conocido fuera de Estados Unidos, la trilogía de A. C. Sutton, Wall Street and the Bolshevik Revolution (1974, 1999), Wall Street and the Rise of Hitler (1976, 1999) y Wall Street and FDR [Franklin Delano Roosevelt] (1976, 1999).


[11] Dimensiones de la conciencia histórica. Madrid, Tecnos 1962.II, p. 30.


[12] Talmon, Los orígenes de la democracia totalitaria y Mesianismo político. Madrid/México, Aguilar 1956 y 1969 respectivamente. Epstein: Israel and the postzionists.  Sussex Academic Press 2003.


Cf.  R. Aron, Democracia y totalitarismo. Barcelona, Seix Barral 1968. 


[13] Du pouvoir…. XV, p. 361.


[14] Sobre la diferencia entre fuentes del Derecho y medios de conocimiento del Derecho,  J. Vallet de Goytisolo. ¿Fuentes normales del derecho o elementos mediadores entre la naturaleza de las cosas y los hechos jurídicos? Madrid, Marcial Pons 2004. Más ampliamente, en otras obras de este importante jurista.


[15] J. Freund, La esencia de lo Político. Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales 2018.


[16] Entre la literatura preocupada por la posible desaparición del Derecho, tiene todavía interés Le déclin du droit (1949) de Georges Ripert. También el status quaestionis en la perspectiva inglesa, de T. O’Hagan, The End of Law? Oxford, Blackwell 1984. Cf. A. Anter, Die Macht der Ordnung. Tubinga, Mohr Siebeck, 2004. A. Menaut Pereira aborda al tema en “¿Tiempo de nihilismo jurídico?” Ius publicum. Nº 39 (2017). 


[17] Sobre la diferencia entre Gobierno y Estado, D. Negro, Del Gobierno y el Estado.  Madrid, Marcial Pons 2002. También, Il dio mortale. Il mito dello Stato tra crisi europea e crisi della politica. Piombino, Il Foglio 2014. 


Leer en La Gaceta de la Iberosfera