lunes, 27 de noviembre de 2023

Cádiz, 0; Real Madrid, 3. Rodrygo, por alegrías


"Todo lo que hizo Rodrygo fue así, como diría aquél: igual que se cierra la puerta de un Rolls Royce"


HUGHES

Pura Golosina Deportiva

 

Volvía la Liga y era como cuando dejas una novela un tiempo y has perdido el marcapáginas. ¿Qué estaba pasando?


Pasa Bellingham, sobre todo. El Madrid, con los cuatro de la media en cuadrado, el cuadrado que fue mágico y ahora es suyo. Se dividen el fútbol al 25% y siempre salen ganando porque él hace mucho más.


Como no estaban Camavinga ni Vinicius, Mendy podía expresarse por la banda. Lució poderío de zancada con más campo para él. Delante estaba Rodrygo, que en el sitio de Vinicius volvió a hacer, como el año pasado, otro partido gaditano portentoso.


Marcó pronto, en el catorce. Recibió la pelota donde la hubiera recibido Vinicius, y se fue adentrando en el área, en el cuerpo a cuerpo del regate, pero de repente, como si aquello fuera una ratonera vulgaridad, decidió salir, salir de su propia iniciativa e irse al centro, ir al centro y atrás, como si huyese de lo importante; amagó a uno, a dos, a tres.. y llevando la jugada al límite, cuando alguno ya estaría maldiciendo, chutó colocando la pelota a la escuadra. Rodrygo había sufrido el maltrato habitual contra Argentina y su semblante estaba serio. Ha crecido mucho este jugador, está creciendo mucho y sólo sabe marcar golazos. Son realizaciones de lo ideal. En Rodrygo no sólo hay clase, se adivina además una complejidad interna, cosas por desarrollar.


El Madrid estaba cómodo, jugando al paso. El placer y gran argumento era ver a Bellingham. Su envergadura resulta sorprendente. Es como ver a un mediocentro moverse con la agilidad de un mediapunta.


Era Cádiz y en la grada cantaban por Hoy tengo ganas de ti, de Miguel Gallardo. Casi nada.


Cantaban o lo intentaban, porque el partido estuvo protagonizado por un señor con un megáfono. Nadie consideró apropiado decirle "Caballero, caballero, deponga el instrumento que nos está dando la noche...". En Ferraz, por lo mismo, la autoridad le hubiera calentado el lomo.


Era el del megáfono con sus cantos que nadie seguía y era Bellingham con sus movimientos perfectos, plusvaliosos e incrementales. Es asombrosa la facilidad y eficacia con la que prospera en cualquier posición del centro del campo. Lo que para otros es territorio minado, un Vietnam de piernas, para él es un tránsito dulce en góndola. Regatea fácil, tiene un primer paso glorioso pero es que además domina la técnica de la pared. En su mapa mental está el balón, el rival, el gol y siempre el compañero en el que se puede apoyar, un poco como ha hecho siempre Messi, que ha sido un genial finalizador pero también genial en la combinación, exprimiendo al máximo las posibilidades que ofrece el Otro. Así que Bellingham controla y se va por cuerpo o por regate o por potencia o por habilidad combinativa... Pero se va siempre, ¿y cuánto vale un jugador que parte siempre el centro de campo, que lo rompe, que abre siempre brecha en la zona más obturada de tacticismo?


Desde un punto de vista nacional, Bellingham es un problema porque es la gran razón, la única razón para no reaccionar a la traición: quedarse encandilado viéndole jugar.


Entre la reacción y la no reacción está ver a Bellingham. Única excusa admisible.


El Cádiz lo intentaba, lo hacía bien, pero era imposible. Sentimos gran simpatía por Sergio, un entrenador al que le quedan las camisas como a los aficionados. Parece siempre a punto de apuntarse al gimnasio. Congestivo, ibérico, apretao.


A cámara lenta es cuando se ve a los buenos. Es más: la cámara lenta es para ellos. Lucen aun mejor, parecen actores de cine o leopardos perfectos en slow motion. Lo sentimos, a sensu contrario, al ver a Joselu fallar un control en una repetición... Se rompieron de repente todos los cristales de la armonía.


No tuvo su noche. En el 53, tras una jugada rupturista y clarividente de Bellingham, Rodrygo le pasó la pelota a puerta vacía, superado ya el portero, y cuando sólo tenía que empujar, cuando además debía empujar, se le vino el mundo encima. Se inhibió, como si sintiera que eso iba a ser fuera de juego. Una mentalidad un poco fatalista y pequeña para ser el 9 del Madrid. O quizás... ¿no pudo sentir que era todo demasiado fácil? ¿que algo tan sencillo, un gol tan hecho, tan dado, sólo podía ser mentira? ¿que cómo iba a ser que eso le estuviera pasando sin tener que lucharlo más? La jugada consistió en un pase ganador de Bellingham y otro de Rodrygo. Joselu colapsó ante tanta prodigalidad.


El Madrid jugaba sin sufrir, tocaba bien y sólo tenía que esperar un poco y contragolpear. Modric chutó al palo y poco después llegó el segundo. Una 'contra' de cinco madridistas contra tres cadistas que Rodrygo decidió ejecutar personalmente. Volvió a partir de donde Vinicius y se fue al centro amagando y superando rivales hasta colocar la pelota con un chut inteligente y suave. Todo lo que hizo Rodrygo fue así, como diría aquél: igual que se cierra la puerta de un Rolls Royce.


Tiene cosas de Neymar. Desde la izquierda no tiene que superar por velocidad ni regatear por fuera ni driblar violentamente, puede sacar su delicadeza.


El partido ya estaba sentenciado. Hasta el del megáfono sintió desfallecer su laringe. Modric, con molestias, fue sustituido por Ceballos, con un pelo imposible y expedientable y el partido caminó blandito y cordial hasta el 0-3: otro contragolpe, Rodrygo regatea a un rival, avanza y pasa a Bellingham, que llega por la izquierda y con la zurda emite un disparo raso. Qué tío. Se juntaban dos grandes sencilleces, porque si Rodrygo es sedoso la facilidad de Bellingham parece irreal.


No hubo más y si hubo más, la falta de costumbre por el drama nacional nos impidió apreciarlo. El drama nacional: el de las selecciones y el de España. Debutó Gonzalo, con buenas maneras, que diría un clásico y volvimos a tener unos minutillos de Nico Paz. Sentimos solidaridad con él en sus primeros intentos, todos fallidos, por entenderse con Lucas Vázquez. ¡Así andamos muchos por la vida!