martes, 21 de noviembre de 2023

El gandhismo español

 


El 78 on fire


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


España es el último país gandhista.


Donde pie, también camino; donde boca, alimento; y donde arma, enemigo –nos dejó dicho el simpático barón Von Uexküll para expresar que la política es conflicto, y de aquí el pánico del Consenso al conflicto, no sea que los españoles descubran la política.


Nuestro gandhismo viene del horror de la guerra civil y de la miseria de la posguerra, donde con la sábana de Gandhi nos tapábamos todos. A Gandhi su gandhismo le dio luego para tumbar al Imperio británico, y a los españoles el nuestro nos da ahora para tumbar a España. El último empujón lo da Sánchez mediante un gandhismo jurídico inspirado en el “error Gandhi”.


A Gandhi su médico le prescribió en una ocasión tomar leche (moriría a menos que no la tomase), pero Gandhi había hecho el voto de no tomarla. Su esposa (una Pumpido para la ocasión) encontró una gatera: la palabra utilizada en su voto se refería a la leche de vaca o búfalo, pero no a la de cabra. Ante esto, Gandhi consideró que su muerte perjudicaba a su país y aceptó el sofisma de su esposa, aunque con remordimientos (“la voluntad de vivir resultó más fuerte que el amor a la verdad, y el recuerdo de esa ocasión aún me inflama, y pienso constantemente en abandonar la leche de cabra”), circunstancia de la que Sánchez nació exento.


Para hacer que se opone a esa España de Wells con sus Eloi (catalanes y vascos) y sus Morlocks (el resto de los españoles), Feijoo, cuyas movilizaciones llevan la póliza del Estado (por eso son las únicas contra las que no cargan los marlascones), dispone de un DJ, como los gringos cuando rindieron a Noriega en Panamá a base de tundirlo, noche y día, con Springsteen. ¿Cómo pudo Gandhi sacar adelante su resistencia pasiva sin un DJ?


Alinsky, el genio de la agitación, estudió al personaje y concluyó que Gandhi se decidió por la resistencia pasiva porque no tenía pistolas, “y, si las hubiera tenido, no hubiera tenido a la gente necesaria para utilizarlas”.


Gandhi lamentó una y otra vez la incapacidad de su pueblo para oponer resistencia de manera organizada, eficaz y violenta contra la injusticia y la tiranía.


No lo veía sólo Gandhi. Alinsky cita una entrevista, en 1961, de Norman Cousins a Nehru, que describe a su pueblo como “una masa desmoralizada, tímida y desesperada, acosada y aplastada por todos los intereses dominantes, incapaz de oponer resistencia alguna”. Sobre la necesidad de recurrir a la violencia en la crisis de Cachemira, en la misma entrevista aclara Nerhu:


–Gandhi no dijo nada que mostrase desaprobación. Que el más vigoroso de los no-violentos no presentara objeción fue un alivio.


En sus “Reflexiones sobre Gandhi”, Orwell, a quien Feijjo sitúa escribiendo “distopías” en los 80, no veía cómo el gandhismo puede utilizarse en un país sin libertad de prensa ni derecho de reunión, donde “los opositores del régimen desaparecen en mitad de la noche sin dejar rastro”.


[Martes, 14 de Noviembre]