lunes, 13 de noviembre de 2023

Carletto sí, Carletto no


 
Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    De Carlo Ancelotti, el del “liderazgo tranquilo”, se dice que tiene una margarita en el banquillo, que el piperío deshoja en espera de los títulos, que son los que deciden el despido del entrenador.

    –Cuando vemos a Vito Corleone en “El Padrino”, ¿vemos a un hombre débil y tranquilo o vemos  un hombre poderoso y sereno que domina la situación? –planteaba Ancelotti en sus memorias.

    Para Ancelotti, don Vito lo explica todo. En su primera etapa en el Real Madrid conquistó la Décima. La siguiente temporada, arrancó con veintidós victorias consecutivas, lo nunca visto, “pero sucumbimos a las lesiones y a la política y al final no ganamos nada, y pagué el precio: el puesto de trabajo”.

    –Como habría dicho Vito Corleone en mi película favorita: “No es nada personal, sólo negocio”.

    El “hándicap” de Ancelotti es su liderazgo tranquilo: “Si salgo ganador es porque soy un tipo tranquilo; del mismo modo, si salgo perdedor también es porque soy un tipo tranquilo”. Es la paradoja del mánager, resultando que la razón por la que es contratado se convierte al final en la razón de su despido.

    En su segunda etapa en el Real Madrid, Ancelotti ganó la Champions número 14, pero el recuerdo más fresco que sus detractores tienen de él son el Clásico, el Derbi y la eliminatoria de Champions con el Manchester, con aquella imagen de Vinicius imitando al Frank (Mel Gibson) de Peter Weir en “Gallípoli” que en lo peor de la masacre absurda suplicaba a su anonadado coronel la explicación que en la lógica no encontraban.

    El Clásico fue un partido futbolísticamente espantoso que levantó Camavinga para que lo rematara Bellingham, que luego tuiteó la foto de Harrison, McCartney, Starr  y Lennon en el paso de cebra de Abbey Road el 8 de agosto de 1969 con las cabezas de Valverde, Aureliano, Camavinga y él mismo. Era su contestación a la lengua fuera publicitaria de los Rolling en el Clásico, pero las Aramis Fuster del visillo lo interpretaron como la exigencia del divo inglés a su entrenador, que se empeña en cargar al cuarteto con las rémoras de Kroos y Modric, ahora defendidos a ultranza por todo el antimadridismo.

    El Relato, que parece seguir tan vivo como eso que en la calle llaman “Negreirato”, elogia la determinación de Xavi para hacer de la Xavineta un baile de niños debutantes que en seguida son convocados para el Combinado Autonómico, lo cual relanza su valor en el mercado de estrellas en un fútbol que, en efecto, tiene más estrellas que el firmamento, aunque cada vez lo mire menos gente, y sobre todo, menos gente joven. Qué bien Xavi, que cada día saca a un niño, y que mal Ancelotti, el día que no saca a uno de los “boomers”, Modric o Kroos, a que según los relatores deberían jugar juntos todos los días, dividiendo al piperío en dos: los partidarios de Ancelotti porque saca a los “boomers” y los detractores de Ancelotti porque no saca a los Beatles de Bellingham.

    Modric y Kroos son como el avemaría de los loros de la TV. “¡Qué bueno es Modric!”, dice a modo de ave uno. “¡Nadie tiene el pase de Kroos!”, contesta a modo de maría el otro. A Kroos le tomó el pelo un tal Fermín en el Clásico, pero eso no era demérito de Kroos, sino mérito de Fermín, con lo que el negocio les salía redondo. Al control fallado de Modric que hace que el balón le llegue a Bellingham en el segundo gol hubo quien lo describió como “asistencia a lo Laudrup”. Y como no es el momento de repasar el papel de los “boomers” en el Derbi y en la eliminatoria de Manchester con el City, aquí lo dejamos, con la pregunta: “¿Ancelotti sí o Ancelotti no?”
    Para Brasil, Romario, que ahora es senador, ya ha contestado “Ancelotti no” para Brasil, y lo ha hecho con grosería impropia de su estilo futbolístico: “Que se j… Ancelotti”, pues Romario es amigo del seleccionador interino de Brasil, y para un senador, en Brasil como en España, lo primero son los amigo, y luego, los demás.

    Ancelotti comenzó la Liga en Bilbao con los Beatles en la línea del medio campo, y pasó físicamente por encima a los leones del Athletic, como reconoció su entrenador, Valverde, con impotencia y admiración. A partir de Bilbao, los Beatles se convirtieron en terceto para poder incluir en el grupo un “boomer” a modo de carabina que acompaña a los niños al cine, circunstancia que puede afectar a la personalidad futbolística de los muchachos, mermados de la confianza que se necesita para parar, mandar y templar, llamados, como lo están, a ser figuras de época.

    Visto lo del Barcelona en San Sebastián, conviene no hacerse ilusiones blancas en España, y poner todas las fantasías en Arda Güler, que incluye su parecido con el Mozart (Tom Hulce) de Milos Forman en “Amadeus”.
 
 



EL TRESILLO DE DE LA FUENTE

    A Valle-Inclán se le recuerda por su tresillo de adjetivos en final de frase (copiado, según don Julio Casares, de Eça de Queiroz): feo, católico y sentimental. Ahora un director de nuestro Combinado Autonómico, que con motivo del auto de fe contra Rubiales ya fue obligado a marcarse un Bujarin ante los medios, se ha autorretratado con un tresillo de adjetivos descomunal para los tiempos que corren: “Estoy orgullosísimo de ser español, católico y taurino”. Y eso es todo.
 
[Lunes, 6 de Noviembre]