domingo, 12 de noviembre de 2023

En busca de la prevalencia de los idiotas (XXIII): amigos y colaboradores, no militantes



Plutarco


Martín-Miguel Rubio Esteban


La amnistía ignominiosa pone a los gerentes de los partidos en un status de antropología jurídica distinto al de los ciudadanos corrientes, los idiôtai. Siguiendo la teoría teológico-política del abate Bossuet los jefes de los partidos son, con Sánchez, «cives absoluti legibus«, id est, ciudadanos liberados de las leyes, como el Rey Sol. España esmoreciente. Mas los grupos políticos en una Democracia sólo son soportables si como Anteo su vida y su fuerza dependen del continuo contacto con el pueblo, los idiôtai. A los grupos políticos en la Grecia Clásica a veces se les llamaba «synomosíai». La palabra significa «conspiración» y se utiliza casi como sinónimo de «hetaireía». Son del mismo campo semántico otras palabras como «synomotes» y «synomnyai». En este caso, sin embargo, los historiadores siempre han sido conscientes del carácter inconstitucional y revolucionario de esta asociación, por lo que se evita en gran medida la mala interpretación de «partido». Como ejemplo podemos citar Tucídides 8, 54, 4: a principios del 411, como preludio de la revolución oligárquica, Pisandro contactó con las «synomosíai» «que ya existían en Atenas para apoyarse mutuamente los miembros en los pleitos y en las elecciones». «Clubes» políticos vel sim. es la interpretación correcta que ofrecen la mayoría de los traductores. Para resumir. Es importante señalar que el griego ático no tenía una palabra que correspondiera a nuestra palabra «partido». Pero la terminología no es decisiva. Debemos buscar en las fuentes pruebas de grupos políticos compuestos por líderes y seguidores y que operan dentro de la constitución democrática. Abriremos nuestra investigación citando dos fuentes que, si se puede confiar en ellas, apoyan firmemente la opinión de que existieron partidos políticos en Atenas. Es cierto que ambas fuentes se refieren al siglo V y no al IV; pero en este caso la cronología no es crucial. Si en la época de Pericles se conocían partidos políticos de algún tipo, probablemente también existirían en la época de Demóstenes. Las instituciones de este tipo son como la mala hierba: cuando han echado raíces, es extremadamente difícil arrancarlas. La primera fuente se refiere al oponente de Pericles, Tucídides, el hijo de Melesias y cuñado del gran Cimón, que fue condenado al ostracismo en 443, y que en mi novela Apócrifo cleónico (1996) pruebo con datos irrefragables que estuvo detrás del asesinato de Efialtes. La otra describe el último de todos los ostracismos, es decir, el de Hipérbolo en 416 o 415.


«Él (Tucídides) no permitió que los llamados kaloi kagathoi (los caballeros) se dispersaran y mezclaran entre el populacho, como había sucedido, mancillando su dignidad entre las masas. En cambio, los separó y los reunió e hizo contar su influencia colectiva, como si fuera un peso en la balanza» (Plutarco, Pericles, 11. 2). «Los del círculo de Nicias y de Alcibíades, enterados de esta maldad (la de Hipérbolo), se reunieron en secreto, discutieron el asunto, combinaron fuerzas y dispusieron que ninguno de los dos fuera condenado al ostracismo, sino Hipérbolo» (Plutarco, Nicias 11.5). «Los del círculo de Nicias y de Alcibíades» es una traducción de «hoi perì tón Nikían kaì tón Alkibíadên». Y «fuerzas» es una traducción de «stasis» que, en tiempos de Plutarco, podía tienen el significado de «partido» en contraposición al uso en el período clásico, cuando el término está invariablemente ligado a la guerra civil. Ambos pasajes describen instituciones que, en mi opinión, son partidos en el sentido amplio esbozado anteriormente. ¿Pero son confiables? El problema es que ambos provienen de Plutarco, que vivió más de 500 años después de Tucídides e Hipérbolo. Plutarco era un hombre culto, con mucho sentido común y espíritu crítico. Pero era más un filósofo moral que un historiador, y tenía el temperamento político de la época de Trajano. Por tanto, no tenía ni la inclinación ni las cualificaciones necesarias para comprender las instituciones políticas de las póleis griegas en el período clásico. Es sumamente inquietante que las historias sobre Tucídides e Hipérbolo, junto con otros pasajes tomados de Plutarco, sean las principales fuentes aducidas por los historiadores que analizan los grupos políticos más importantes en la Atenas del siglo V. No podemos aceptar a Plutarco como una fuente fiable de las instituciones democráticas atenienses medio milenio antes de su época. Es fácil que haya malinterpretado la información que se encuentra en sus fuentes. Por tanto, debemos restringir nuestra investigación a fuentes contemporáneas. Como se indicó en la anterior entrega, un partido está formado por un pequeño grupo de líderes apoyados por un grupo mayor de seguidores. En consecuencia, debemos preguntarnos lo siguiente: ¿Las fuentes brindan información sobre la colaboración entre los rhêtores, la cual llegaba a crear la formación de pequeños grupos?  Esta respuesta conduce a un resultado afirmativo.


(a) En la ekklêsía Demóstenes se sentaba para poder discutir su política al lado de otros rhêtores. De manera similar, Esquines era rodeado por su grupo, y lograron al menos una vez derribar a Demóstenes.


(b) En el Consejo de los Quinientos los rhêtores debieron intentar formar grupos, al menos en el año 411 en relación con la revolución oligárquica. Cuando se restauró la democracia en 410, los atenienses aprobaron una ley que prescribía que los escaños del Bouleutêrion o Parlamento se asignaran a los consejeros o diputados por sorteo. Es evidente que dicha ley es una prueba más de que el espíritu de la primera democracia era incompatible con la existencia de partidos. Conocemos la ley gracias a Filócoro (fr. 140). Esta ley es una enmienda del juramento bouléutico y vale la pena señalar que se aprobó el año en que se restableció la democracia después de los regímenes oligárquicos de los Cuatrocientos y de los Cinco Mil. Se supone que ambas revoluciones condujeron a la formación de facciones en el Parlamento y que los demócratas contrarrestarían esta tendencia. Las fuentes del siglo parecen indicar que lo lograron. De manera similar, en 24.147, Demóstenes enfatiza que la cláusula del juramento bouléutico «no encarcelar a ningún ciudadano ateniense» se incluyó para garantizar que los rhêtores en el Parlamento no se unieran contra un ciudadano. Con estas medidas reglamentarias y nueva regulación se lograba que los atenienses frustrarían una tendencia entre los rhêtores a sentarse en grupos políticos. Vale la pena señalar que fue la misma tendencia que durante la Revolución Francesa llevó a la formación de una «derecha» y una «izquierda», primero en la Asamblea Legislativa y luego en la Convención.


c) En los juicios políticos ante el tribunal popular, tanto los acusadores como los acusados ​​estaban acostumbrados a compartir su tiempo de palabra con los «synegoroi», es decir, con los abogados que uno por uno se dirigían a los jurados después de que el justiciable hubiera pronunciado su discurso. En varios casos se afirma explícitamente que los «synegoroi» no eran sólo amigos o familiares sino líderes políticos, y que la colaboración no se limitaba al juicio en cuestión. Por ejemplo, en Andócides 1.150, vemos que el grupo que apoyó a Andócides contra la «endeixis» presentada contra él tras los Misterios en el 400 incluía a Anito y Céfalo. La endeixis era un tipo de denuncia que se hacía contra personas que habían sido privadas de derechos (átimoi), y que, sin embargo, ejercían tales derechos. En Esquines, 2.184, el grupo que defendió a Esquines contra las «euthýnai» planteadas por Demóstenes en 343/2 incluía a Eubulo, Foción y Nausicles. En Esquines 1.173, Demóstenes apoyó a Timarco en la «dokimasía tôn rhêtorôn» presentada por Esquines. Es evidente que sin poder hablar de partidos, sí existían constelaciones de amigos o partidarios que compartían ciertas líneas políticas, aunque discrepaban de otras. Así, en cada una de las grandes asambleas podemos rastrear una tendencia entre los rhêtores a formar grupos. Además, cualquier decisión política presuponía la interacción de al menos dos órganos de gobierno diferentes. Un decreto del pueblo sólo podía ser debatido y votado en la ekklêsía (Asamblea) después de un tratamiento previo en el Boulê o Parlamento. De manera similar, se debe presentar una ley a la Boulê, y la ekklêsía debe tomar la decisión de nombrar a los nomothêtai antes de que un lista de nomothêtai ( miembros de la comisión legislativa ) pueda escuchar el proyecto de ley y votar sobre la ley. Se presentaba una acusación por eisangelía (traición a la democracia) en la ekklêsía y sólo se hacía referencia al dikastêrion (tribunal popular) después de que la ekklêsía hubiera aprobado un decreto a tal efecto. La junta de estrategos era elegida por el pueblo de la ekklêsía, y durante una campaña los generales recibían instrucciones de Atenas en forma de decretos aprobados por la ekklêsía. La estrategia no se dejaba en manos de un estado mayor de jefes militares, sino que la decidía la asamblea popular de acuerdo con las propuestas presentadas por los rhétores. Para hacer funcionar la constitución, los rhétores que eran influyentes en un órgano de gobierno estaban obligados a colaborar con los rhétores asimismo influyentes en otros órganos de gobierno; igualmente los rhêtores y stratêgoi debían colaborar, especialmente en tiempos de guerra. Permítanme citar algunos ejemplos. Para un rhêtôr que se dirigía regularmente al pueblo, no bastaba con asistir a las sesiones de la ekklêsía; también debía asistir a las sesiones de la Boulê. Y si quisiera proponer y que se aprobase un decreto del pueblo, tendría que cooperar con un rhêtôr de la Boulê y convencerlo de que propusiera y aprobara un proboúleuma mediante el cual la Boulê respaldara la propuesta o al menos colocara el asunto en la agenda para la ekklêsía posterior. Por ejemplo, en Esquines 3. 125, vemos que Demóstenes se presenta en el Consejo con una propuesta de la que ha convencido a un bouleutês o diputado para que la presente en su propio nombre. Cfr. etiam Jenofonte, Helénicas, 1.7.8. Este procedimiento se refleja en una serie de decretos conservados en piedra: un ciudadano designado, a veces un magistrado, plantea una cuestión en la Boulê, después de lo cual otro ciudadano mueve el proboúleuma (decreto aprobado por la Boulê) que la Boulê aprueba y remite a la ekklêsía. Un ejemplo típico es el que nos aparece en el Corpus de Inscripciones Griegas II 243.5-14: «Resuelto por el pueblo y por el Consejo. Propuesto por Diofanto, hijo de Frasiclides, de Mirrino. Sobre lo que dice Calíteles sobre (…) el Consejo ha resuelto que los proedroi coloquen su caso en la agenda de la próxima sesión de la ekklêsía y que la decisión del Consejo resolvió que…» Diofanto de Mirrino está atestiguado como proponente de otro decreto probouleumático (IG II 242) del mismo año (337/6) y como proponente de un decreto del Consejo o Boulê (IG II 1623.210-12) que también parece haber sido aprobado este año. Diofanto era probablemente miembro de la Boulé en 337/6 y Calíteles es entonces un ciudadano común («idiôtês») que había solicitado audiencia y, en la Boulé, había persuadido a Diofanto para que trasladara el proboúleuma que quería. La fórmula típica es: Propuesta por A. Respecto al informe/petición presentado por B… Curiosamente A y B casi nunca son los mismos, lo que exige la colaboración política. Sólo un líder político que sirviera en la Boulê podría asumir ambas tareas y llevar a cabo su propuesta tanto en la Boulê como en la ekklêsía. Pongamos sólo dos ejemplos. Apolodoro es miembro del Consejo en 349/8 y propone, tanto en la Boulê como en la ekklêsía, una propuesta para que el pueblo vote sobre cómo se utilizará el excedente de la Administración (Demóstenes, 59.4). Timarco es miembro del Consejo en 347/6 y promueve, tanto en la Boulê como en la ekklêsía, un decreto que prohíbe la exportación de armas a Filipo de Macedonia (Demóstenes 19.286). En la legislación, dos rhêtores podían unir fuerzas de modo que uno de ellos propusiera y aprobara el decreto del pueblo por el cual se nombraba un panel de nomothêtai, mientras que el otro prestaba su nombre a la propuesta misma y la defendía ante los nomothêtai. Por ejemplo, en 353/2 Timócrates coopera con Epícrates en la propuesta de una ley sobre deudores del estado. Epícrates promueve el decreto del pueblo (Demóstenes, 24.27), y Timócrates lleva la propuesta ante el nomothêtai (Dem. 24.26, 39-40). La cooperación entre dos rhêtores del mismo demo está atestiguada en IG II 360: proboúleuma movido por Cefisódoto de los acarnienses (líneas 51-65), decretos de los dêmos promovidos por Telémaco de los  acarnienses (líneas 28-50). Cuando los estratêgoi eran elegidos por el pueblo, un rhêtôr podía apoyar a uno de los candidatos, y dado que la estrategia a menudo la decidía la ekklêsía, un stratêgos al mando de una fuerza expedicionaria tenía que cooperar con uno o más de los rhêtores en Atenas. Durante la embajada a Filipo II de Macedonia en la primavera de 346, Demóstenes promete a uno de los otros enviados que se encargará de que el enviado sea elegido stratêgós (Esquines 2.41). Las hetaireíai se formaron para el apoyo mutuo en las elecciones (Tucídides 8.54.4). Algunos ciudadanos habían recurrido al soborno, llenando las “butxaques” de los votantes (“Barcelona es bona si la bolsa sona”), para ser elegidos stratêgoi (Isócrates 8.50). Finalmente, si uno de los rhêtores menores había sido acusado por un «graphê paranomôn» debido a un decreto que había propuesto y llevado a cabo en nombre de un líder político, el líder a menudo comparecía ante el tribunal como synegorós del acusado. El ejemplo sobresaliente es Ctesifonte, quien fue defendido por Demóstenes de tal manera que el lector tiende a olvidar que la graphê paranomôn fue interpuesta contra Ctesifonte y no contra Demóstenes (Demóstenes 18 versus Esquines 3). Otro ejemplo famoso es el de Ifícrates en 370/69. En otros casos, el líder político actúa como logógrafo del rhêtôr menos destacado. Así, Demóstenes es logógrafo de Euctemón y de Euticles en las Graphai paranomôn interpuestas contra Androción (Demóstenes 22) y Aristócrates (Demóstenes 33). En democracia no existe el exceso de democracia, del mismo modo que para los seres vivos no existe un exceso de vida.


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