lunes, 7 de marzo de 2022

Bloque bajo, bloque alto


Capablanca

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Asistimos al fútbol de bloques.


    Uno ha vivido la política de bloques, un concepto de Churchill, cuyo epígono futbolero quiere ser Álvaro Benito. En la política de bloques todo era blanco o negro, resumido en el canto panameño de Basilio Antonio Fergus Alexander, Basilio: “Cisne cuello negro, Cisne cuello blanco / que se van queriendo / que se van negando…”


    Uno ha conocido la vida –no estrictamente poligonera– de bloques, cuya expresión literaria mejor acabada está en un libro (“que no es novela ni libro de relatos”) de Pedro Touceda, vecino del 4º de la Torre Amarilla, en la “setentataria” Colonia de Lourdes (proyectada por Sáenz de Oiza), junto a la Casa de Campo. Puro realismo mágico. “A mi padre le tocó la lotería, y propuso vacaciones en Ibiza”, que era la serpiente en el jardín de la vida de bloque:


    –¿Qué ocurriría en la playa de Las Salinas? ¿Nos íbamos a quedar todos en pelotas, con lo importante que había sido el pestillo del baño?


    Y uno ha topado con el fútbol de bloques, que parece ser la fórmula que tiene el fútbol para echárselas de científico, ahora que la Ciencia, gracias al Dr. Carballo (Azara, Cajal, Simón… ¡y Carballo!”), es la religión del periodismo.


    Los bloques, como los ríos en los planes de educación autonómicos, son altos, medios y bajos, medidos con la escuadra y el cartabón de Álvaro Benito, que es nuestro Brunelleschi, guardián del perspectivismo en este nuevo Renacimiento.


    Bloque bajo sería Maguregui: todos colgados del larguero, como Sandokán, el torero que inventó el pase del murciélago, consistente en colgarse por los pies de la barrera y trastear al toro con la muleta. Bloque medio sería Clemente: “Todos los jugadores deben salir al ataque, y en seguida también todos deben irse hacia atrás a toda leche.” Y bloque alto sería Xavi, el escolar de Lillo, maestro de la palabrería y del “zugzwang”, palabro alemán extraído de los “Fundamentos del ajedrez” de José Raúl Capablanca, y que indica la posición en que el jugador obtiene un resultado peor si le toca mover una pieza que si no le toca, concepto que nunca terminó de asimilar Luuk de Jong.


    –Capa –escribe Cabrera Infante– se sonreía observando la cara de su contrincante cuando producía lo que parecía un zigzag y era un “zugwang”.


    Ancelotti ha cogido a los veteranos de Zidane y se ha instalado en el bloque bajo, que es un muermo soberano, un templete de cuatro patas: Courtois y Militao detrás, y delante, Vinicius y Benzemá. Ancelotti era feligrés del 4-4-2, porque refleja, según él, la forma del terreno de juego, que es un rectángulo, dando lugar a un equipo de máximo equilibrio “e indiscutiblemente defensivo”, aunque le ve un inconveniente: en ataque, te sirves más de pases laterales para avanzar y llegar a la zona de gol, mientras que con el 4-3-3 puedes cruzar las líneas más aprisa y atacar más por el centro.


    –Puede que el no va más sea la idea de Guardiola de tener once centrocampistas, incluido el portero.


    El sábado, con una mezcla de 4-4-2 y 4-3-3, el Madrid salió vivo de Vallecas por las manos de Courtois, la cabeza de Militao y el tuya-mía de Vinicius y Benzemá, con Asensio, que juega al fútbol como quien rema con la novia en una barca del estanque del Retiro, llevándose los elogios. El eje Modric-Casemiro-Kroos, si el contrario aumenta las revoluciones, se desmorona, cosa que no preocupa a Ancelotti, que sabe, por viejo, que en el fútbol, como en la política, el gato es menos importante que los ratones.


    –Gato blanco, gato negro, poco importa, si caza ratones –le dijo en plena Movida madrileña, allá por el 85, Deng Xiao Ping a nuestro Gonzalón, que regresó de China prendado de la sabiduría del Gran Gatazo comunista con un refranico que se convirtió en el lema de la nueva potencia mundial, hoy en manos del Gran Vinipú, con su “capitalismo comunista”, que no es otra cosa que el “capitalismo de Estado” franquista, cuna de nuestros más conspicuos liberalios, sobre la base política del partido único, adonde nos dirigimos con la Gran Coalición. Partido único, sí. Pero liberalios, también.


    Al final, puede que las ausencias por sanción de Casemiro y Mendy sean decisivas para ayudar a Ancelotti a superar la eliminatoria con el PSG, que ahora lo tiene todo a su favor, pues tiene el resultado, tiene a Ceferino y tiene en París la final que iba a jugarse en San Petersburgo, una de las tres sanciones duras contra Putin, junto con la expulsión de Eurovisión y los juegos de colores de Villacís en La Cibeles, donde ojalá en mayo (“la primavera es ver ganar al Madrid”, decía Bernabéu) veamos a Ancelotti pasear la Copa 14, el número de Cruyff.

 

Cruyff

EL NÚMERO 1


    Hemos visto, con satisfacción, al hijo de Maradona proclamar lo evidente: “El siguiente a mi padre no le limpia las botas”. Que es frase de Rafael Guerra Bejarano, Guerrita, que pasó a la historia del recuerdo porque, al retirarse, dijo: “Después de mí, ‘nadie’, y después de ‘nadie’, Fuentes”. Fuentes, para mí, si hablo de los que he visto, sería Cruyff, de quien Stoichkov ha hecho una revelación que pone patas arriba toda la escolástica del xavismo: “Cruyff me cambió de posición y me enseñó cómo tenía que jugar al contragolpe.” ¡El contragolpe es cruyffismo!

[Lunes, 28 de Febrero]