viernes, 4 de marzo de 2022

La Final Valencia-Betis

 

Bordalás en el Alcoyano


Borja Iglesias


Francisco Javier Gómez Izquierdo

 
     Pedía servidor una final de Copa Athletic-Betis, como si quisiera renovar los originales votos que allá por los años 70 fueron empujándome a esta religión en la que me considero militante por la rama ortodoxa. "La Copa de Esnaola y la bronca en Gamonal contra los hinchas bilbaínos" es batallita que han soportado compañeros y amigos cordobeses cada vez que Athletic o Betis se arrimaban e incluso llegaban por separado a finales coperas. Basta que se apueste por un resultado para que salga lo contrario y así pasó en Valencia donde el Athletic de Marcelino ni supo ni pudo con la barrera defensiva de Bordalás, un entrenador que cae mal porque el periodismo lo ha querido así sin pararse a considerar que cada cual se tiene que valer conforme a los elementos de los que dispone..

Bordalás nunca ha disfrutado no ya de jefes con chequera enloquecida sino ni siquiera agradecida. Al Alavés lo ascendió a Primera y lo despidieron. Él mismo rebuscaba entre descartes y llamaba para convencer a Jorge Molina, ayer por ejemplo para el Getafe, o a Hugo Duro, hoy mismo para el Valencia, y formar equipos competitivos conforme le ha obligado la necesidad desde que empezó a entrenar a los más modestos clubes del reino valenciano. A Bordalás le falta un Arambarri por el que suspira, le han quitado a Wass que le valía para todo y encima se le lesionó Gabriel Paulista, su central de mayor nivel y que hace mejores a los que defienden a su lado. Con la vuelta de Paulista, Bordalás respiró y el Valencia ha empezado a defender con más solvencia. Incluso Diakhaby, calamitoso casi todos los partidos, parece centrarse. "Tú preocúpate de Williams y a correr más que él" debió decir el míster a este Diakhaby al que puso de tercer central para imposibilitar el ataque vasco. Acháquese más a inteligencia bordalesca la inoperancia en ataque del Athletic que a impericia bilbaína. Otro acierto de Bordalás es el resurgimiento de Guedes, futbolista talentoso al que le ha faltado siempre continuidad en el rendimiento. Guedes tiene capacidad, clase y determinación para resolver un partido y el miércoles fue día propicio para el portugués. No sorprendió su genialidad porque de él se esperan actuaciones brillantes por mucho que demasiadas tardes nos deje sólo con las ganas de admirarlas.
     

Otro portugués, Bebé, del que cualquier día hacen una serie en el Neflix como personaje dickensiano, soltó otro formidable cañonazo para firmar un buen partido del Rayo en el Villamarín. "Tampoco el Betis", dije para mí. El Rayo fue mejor que el Betis (Iraola es un buen entrenador; como Bordalás, hace mucho mejores a sus jugadores). Los verdiblancos contemporizaron y creo que corrieron riesgos con el marcador a favor. El partido se sacudió en los últimos diez minutos cuando salió Bebé a cazar. Bebé, que fue colocado en el United como el sustituto de Cristiano, vino cedido al Córdoba en el 2015 para disparatarnos los nervios. Fíjense que cuando recibe la pelota, da igual la zona del campo, da unos pasitos como apuntando a portería. Se ve que le han corregido su inclinación a disparar desde cualquier parte pero con el Córdoba lo tiraba todo: desde el centro, desde la banda, desde el córner... ¡pepinazo al canto! Todos se le iban, unos por poco, otros por mucho y ninguno dentro. Creo que no marcó ni un solo gol en el Córdoba, pero el exceso de potencial se le veía. A mí me crispaba los nervios cada vez que daba los pasitos previos al gatillazo. La acción de Bebé y la disposición del Rayo parecía que eliminaban al Betis pero el Betis es equipo de artistas y en el añadido Joaquín, Canales y Borja Iglesias se sacaron de la manga ¡no! de las botas una geometría a la que no le faltó la música adecuada coreada por el Villamarín: Joaquín durmió la pelota, la envió relocha a "un latifundio", que diría Valdano, donde sabía que aparecerían o Fekir o Canales; éste lanzó a portería para que Borja Iglesias, un delantero centro como los de toda la vida, llevara al éxtasis a la avenida de la Palmera. Dos partidos emocionantes, tres golazos.., y una final que no se ha dado nunca. ¡Ah, los árbitros muy bien!