lunes, 24 de mayo de 2021

La Liga de Gilda


 Ignacio Ruiz Quintano

Abc

  

Se nos va la Liga de la Superliga, ese invento hollywudense de Florentino Pérez para parar la hemorroagia juvenil del fútbol actual, que, como el cine ideologizado de Hollywood, aburre a los jóvenes hasta las lágrimas. A la Superliga entró el Atlético por la puerta, y al primer bufido de Ceferin, el Ceferino de la Uefa, salió por la ventana para intentar ganar la Liga que tenía ganada.


    Total, que no es la Liga de Messi ni de Benzemá ni de Joao Félix, otro Pegaso atado al arado cholista. Es la Liga de Hernández, que en el derbi negó  que la mano de Felipe fuera mano. Y de González, el Polifemo del VAR que anuló el gol de Benzemá por un cordón de zapato y que avisó de la mano de Militao para no pitar el derribo a Benzemá. Y de Martínez, el árbitro que sancionó con penalti la erótica balompédeica del cuero desnudándole en pleno salto a Militao del guante Varadé a lo Rita Hayworth (Margarita Carmen Cansino) en “Gilda”, con Martínez el árbitro abofeteando al sentido común como un Glenn Ford benidormí. ¡La Liga de “Gilda” en el hombro desnudo de Militao (Éder Gabriel Militão)! Ese hombro desnudo de Militao ha decidido esta Liga, alta la ceja, como la de las mujeres fatales cuando se les besa, decía César González-Ruano, ahí, en el hombro desnudo. Tenerife fue una broma (bueno, dos bromas) que le gastaron a Mendoza. Pero… ¡a Flóper!
    

¿Estábamos en Ruano? Tratemos de entender que las verdaderas figuras de una Liga sean Hernández, González y Martínez. A los veinte años, Ruano no había leído de los clásicos más que algún capítulo del Quijote. Un día supo de un homenaje a Cervantes y pidió una tribuna en el Ateneo para hablar… del ultraísmo. “¿No hará usted ninguna extravagancia” “¡Por Dios!” Y llegó la hora de la conferencia, y con ella, la ocasión de hacer algo sonado. “Fui al Ateneo como el anarquista que lleva su bomba”. Se tiñó de rubio (“de rubichi”, como los viejos de ahora, que al recibir la jubilación se deben de sentir el Rubius). Año 22. Melena rubia por agua oxigenada y chaleco amarillo y metálico de mujer. Y subió a la tribuna:
   

 –Estoy harto de oír aquí a una serie de memos hablar del idioma de Cervantes. Ese Cervantes parece que era un manco, cosa que se confirma, porque el “Quijote” está escrito con los pies
    

Y no pudo seguir, del escándalo. “¡Señores! ¡Señores! (Entonces aún no se decía “caballeros”). ¡Ha sido sorprendida la buena fe del Ateneo!”, voceaba e del Ateneo. La conferencia había durado diez minutos, contando los insultos y los guardias. Ni qué decir tiene que al día siguiente los periódicos se metían con el conferenciante, que era lo que él quería, si bien “no todos los insultos sirven”:

   –Los periódicos que me citaban con el nombre y apellido, sí, pero “La Voz” me fastidió, titulando el suelto así: “Al señor González no le gusta Cervantes”.
   

 El Madrid es al fútbol lo que Cervantes al español, y se ve que a muchos González (hablamos de un arquetipo, no de ningún señor –ni “caballero”–) no les gusta Cervantes. Y son afirmados en sus ideas por profesionales de la equidistancia más pipera. “Los árbitros unas veces te dan y otra te quitan”, dice Álvaro Benito, “lateralizando” las “transiciones” de la opinión pública. Unas veces te quitan la mano de Felipe y otras veces te dan la mano de Militao, sólo que Felipe y Militao son antagonistas. Pero quien escandaliza es Roberto Baggio, que ha dicho en “La Repubblica” que no acepta un puesto de comentarista por el cinismo que conlleva.
    

Me incomoda juzgar a los demás, por eso no voy a la televisión. Veo a excompañeros juzgando y dando lecciones en televisión, pero les recuerdo incapaces de hacer tres regates con las manos.
 

También confiesa que el fútbol sin público es muy triste, que le hace llorar, que en eso consiste aburrirse hasta las lágrimas, y donde empieza el sufrimiento acaba la diversión, razón por la cual el Madrid se ve obligado a buscar “pagafantas” debajo de las piedras, que en eso consiste la Superliga que al final le habrá costado la Liga de los Hernández, los González y los Martínez, cuando todos nos vendían un duelo Messi-Benzemá, quienes, después de todo, se irán de vacaciones, porque Deschamps, ese francés con cara de Bárcenas, ya ha dejado clara su postura:


    –No soy Santa Claus, no estoy aquí para anunciar sorpresas.
    

Y la única sorpresa sería Benzemá.
    

El fútbol lleva el mismo camino que los toros, un espectáculo organizado por los taurinos contra quien paga, que es el público.






GUERRA AL LUJO


    Se oye que Raúl ha declarado la guerra al lujo en el vestuario del Castilla. Es natural. Los chavales ven a Courtois llegar en Rolls a Valdebebas, y lo flipan. O huelen a Benzemá como lo olió Fali, el defensa del Cádiz, que en Valdebebas, mientras lo marcaba, preguntó a Benzemá qué colonia usaba, porque “¡qué bien huele Benzemá!” Ese Miguel que dio una asistencia de Laudrup en Granada querrá jugar con una nube de Schlesser detrás de las orejas. Lo que pasa es que, en esas divisiones inferiores, el Castilla juega contra muchos pobres, y no conviene excitar el resentimiento de clase a la hora de jugar, porque luego los “tackleos” no son lo mismo.

[Lunes, 17 de Mayo]