Alicia Alonso
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La magia 14, en el fútbol, fue Cruyff, que jugaba en el Ajax y en su selección con ese dorsal. No sé por qué, el 14 era también el número de las novias en la ruleta (las novias que no habían leído el manual sobre el juego de Gonzalo García Pelayo, se entiende) cuando estaba de moda acudir al casino en la noche de bodas. Al pleno, las más bragadas, y las más precavidas, a caballos y vecinos. Supongo que para ellas el 14 representaba la alegría de haber superado el 13, número nefasto a todas luces.
Pero la magia del 14 pertenece ahora a Zidane, en vías de conseguir el Copón 14 para el Real Madrid, como indican todas las señales. Ha de superar al Liverpool de Klopp, un equipo fundido por el ritmo alemán del entrenador (los Beatles pasados por la electrónica de Kraftwerk), al Chelsea de Tuchel o al Oporto de Sérgio Paulo Marceneiro da Conceição, y en la final, al Bayern de Flick, que es nombre de convoluto felipista.
–¡Ni de Flick ni de Flok! –contestó nuestro gran Cantinflas al pobre Verstrynge en el Congreso.
A pesar de la propaganda, del fútbol se desengancha la mitad de la juventud, y lo que nos queda tras el paso de “la Coviz”, con la desaparición del público, es un espectáculo tedioso con variantes.
Fútbol para periodistas, que es el que se presta a la teorización periodística del buen juego, aquél que deben jugar los pobres para perder ante los ricos a lo grande. El modelo es Lillo o Jémez, un fútbol que podríamos llamar liberalio: frente al comunismo, que es el sistema de mantener a raya a los pobres por las malas, tenemos ese liberalismo que ha servido para mantener a raya a los pobres por las buenas (mediante la corrupción y el diálogo).
Fútbol para entrenadores, de diálogo, pero no entre pobres y ricos, sino entre Simeone y Bordalás, por poner un caso, que siempre será un diálogo de empate a cero, como ocurrió en su último encuentro, pero cambiando muchas veces de sistema durante el partido. Fútbol de números cantados, que es el que tiene a Joao Félix más quemado que el cenicero de un bingo, cuando en los bingos había ceniceros.
Y fútbol para futbolistas, el fútbol Molowny, que es el fútbol que nos lleva (que lleva a los futbolistas), como el Tajo a los gancheros de la madera. Un fútbol muy del Madrid, porque dispone de buenos futbolistas, y que se ajusta a Zidane, que no tiene mano de entrenador, como un guante Varadé. ¿Usted es futbolista? Pues salga y futbolee. Eso es todo. El físico, la edad y la ilusión hacen el resto. Con el fútbol de futbolistas la competición más costosa es la Liga, porque se trata de la cadena de montaje del fútbol, y no hay futbolista bueno (¡ni espectador, qué leche!) que lo aguante. Pero una competición corta, como la Champions, es un paseo de primavera para caballeros hechos y derechos como los que llevan décadas jugando en el Madrid. Bien mirado, Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, Alicia Alonso para el siglo (¡la Alonsova!, la llamaba Cabrera Infante), murió a los 99 años dándole al sauter, estirar (etendre), doblar (plié), elevar (relevé), girar (tourner), deslizar (glisser) y lanzar o precipitar (elancé), dicho sea en el francés culto de Zidane. La Alonsova del Madrid bien puede ser, por su incomparable “elancé” y elocuente longevidad, Benzemá, que se irá del fútbol con más copones que Gento, que eso se ha perdido Cristiano por ir a ver ruinas a Italia (casi cien goles en algo más de cien partidos). Por no mentar a la bicha del golf, Bale, diez goles en mil minutos, los mismos que Vinicius, Hazard, Asensio, Mariano, Isco, Rodrigo y Jovic en seis mil.
Las señales del doblete en la primavera 2021 son las de siempre, sobre todo en Champions, donde los porteros de los equipos contrarios hacen el canelo de un modo paranormal. Ahí vimos lo del portero del Atalanta, Sportiello, marcándose un Karius glorioso ante la sonrisa nada sardónica de Zidane, que sabe que son poderes que él no puede controlar.
Con “la Coviz” hemos descubierto que ninguno de sus tres tipos de fútbol posee emoción, que es la parte que pone el público.
–Quitemos a los toros la facultad de matar, y ya no hay fiesta, porque no hay tragedia, no hay arte –dice Valle-Inclán–. Un torero sin peligro de ser cogido, aburriría al público. Joselito es el torero con más conocimientos y facultades físicas. Pero cansará a los públicos. El torero que se acerque más a la muerte, ése será el mayor artista, aunque el otro, el de la facilidad, quede más veces mejor que él. Joselito, los Quintero y la Argentinita son la misma cosa...
Cabanillas, con Suárez a su derecha
PASAR LA PELOTA
El pequeño Agüero se subleva en el City porque “mis compañeros no me pasan la pelota”. De eso mismo se quejó una vez Figo en el Madrid, y el presidente llamó a los peloteros a capítulo. “La vida es dura”, dicen en Argentina. Agüero fue la joya del Atlético, y tuvo la suerte de perderse la etapa de Simeone, con quien hubiera tenido que brillar marcando, como delantero, a los centrales adversarios. “Kun, ¿ve usted a ese central? Bajo ningún concepto le permita salir con el balón jugado”. Marchó al City para lucir, y la estrella se le apaga. “¿Que en qué se nota que dejas de ser ministro? En que el teléfono deja de sonar”, dijo Pío Cabanillas (padre). En el fútbol dejas de ser estrella cuando los compañeros dejan de pasarte la pelota.
[Lunes, 22 de Marzo]