jueves, 11 de marzo de 2021

El relevo de Messi y Cristiano


 Haaland. Tiene a Michu, secretario técnico del Burgos como ídolo

 


Mbappé. Más previsible, su ídolo es Cristiano

 

Francisco Javier Gómez Izquierdo

          Hay un fútbol para el que mira, otro para el que ve y luego está el fútbol que alimenta la drogadicta irracionalidad de unos cuantos ilusos entre los que me encuentro. Estos ilusos nos apostamos ayer y antier ante el tele convencidos de la remontada del Sevilla en Dortmound y a los diez minutos de partido del Barça en París vimos posible una hazaña histórica a mayor gloria de Messi.
     

El Sevilla tiene buenos futbolistas, juega bien y a pesar del asomo de depresión que pareció agudizar el penalty fallado por Ocampos en Barcelona creo de verdad que tiene mejor equipo que el Borussia... pero ¡amigo! en el Borussia decide un delantero monstruoso llamado a derribar las más compactas fortalezas con una soltura y una técnica insospechada en ogros de su naturaleza. Haaland se nos ha mostrado como lo que es, un fenómeno imparable en el Sánchez Pizjuán y lo volvió a parecer en el gol anulado por Çakir, otro árbitro serio capitidisminuido por el maligno VAR, en el Iduna Park. Haaland es capaz de ganar partidos solo, pero el Sevilla el martes hizo méritos para llevarse la eliminatoria. Un servidor confiaba en el pundonor, clase y ansiedad de Ocampos por remediar "lo" de Barcelona, en el talento de En Nessiry al que desde muy chico le venimos dedicando merecidas alabanzas, en la sensata sabiduría de Navas, en la buena disposición táctica del equipo y en una fluidez en el juego que a veces emociona..., pero ¡ay! como los Haaland y los Mbappé de hoy ó los Messi y Cristiano de ayer tengan la tarde inspirada no hay remedio posible.
      

Mbappé no puede ser sublime todos los días. Le bastan dos o tres minutos cada noventa para destrozar cualquier planteamiento. Si en un partido acapara una docena date por perdido. Eso lo sabe bien la culerada que mira entristecida y melancólica cómo su Messi se vacía en el campo pero ya ni llega, ni se va, ni apunta como solía. Incluso falla penaltys clave disparando como si fuera Neeskens y no como siendo Messi. Estamos todos en que si la primera parte ante el PSG, al que no acabo de ver campeón de Copa de Europa, hubiera acabado 1-2, los segundos 45 minutos hubieran sido un torrente de emoción, pero el fútbol son aciertos, goles... y ¡bueno! ahora también los caprichos del VAR, creados para los mirones de televisión. Imagínese usted, asiduo a los estadios, sentado en la grada del Iduna Park sin saber por qué se anula un fenomenal gol a Haaland para pitar un penalty en el que nadie ha reparado y que se repite al rato porque se ha movido el portero. Usted llamará a quien lo esté viendo por la tele para que le explique lo que antiguamente explicaba usted al volver a casa. El fútbol ha dejado de ser para el abonado del club. Ha dejado de ser para nosotros.
      

Quizás haya que señalar esta semana del segundo marzo del tiempo de la peste China como el relevo entre fenómenos y los turiferarios de Haaland y Mbappé empiecen a cultivar ese huerto de celos y altiveces que tantos dineros mueve y tanto entretiene a los consumidores del fútbol que se mira. Neymar se ha quedado fuera y son estos dos -los dos mejores talentos sin duda- los que nos están metiendo por los ojos para rebrotar la liga española. ¿Uno a Madrid y otro a Barcelona? ¿Cuál de los dos es más determinante? ¿Y si los dos juntos? ¿Y si ninguno de los dos gana la Copa de Europa como tampoco la van a ganar a los que relevan?