Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El chalaneo judicial con su canje de jueces de partido y el chalaneo “mocional” con su canje de mociones de censura que la casualidad, décima musa, hace coincidir en el tiempo, son el obsceno espectáculo del poder allí donde el pueblo nada decide, pues sería “populismo”, que no puede tener más mala prensa.
¿Quién decide? Pues, seguramente, el ombligo liberalio de grupos como el de Bilderberg, que con sus pelusillas construyen el mundo como una circunferencia que se extiende en torno a su ombligo. Dicen que allí recibieron Casado y Arrimadas la orden de no mezclarse con Vox.
–¿Quieres ir a Montebello a una reunión de ricos y famosos? –dice Cebrián que le dijo el alemán Guido Brunner, liberalio convolutero, que buscaba un sustituto para Suárez, el de Cebreros, que no hablaba inglés, lengua vehicular de Bilderberg.
En fin, que si una panda de ricos y famosos ha podido sacar a Trump de la Casa Blanca con un yayo sin riego para dar tranquilidad y una señora para mandar como manden quienes la hayan puesto, que no fueron los ciudadanos (cinco por ciento en sus primarias), ¿por qué no sacar de la Puerta del Sol a Ayuso, que para los pelusas de meñique tieso debe de ser como una falangista escapada de “La vaquilla” de Berlanga, sin caer en la cuenta, con los güisquis, de que los falangistas y los toros son las únicas criaturas que se crecen en el castigo?
En los medios hacen desfilar a Ayuso como en las páginas de Tácito a Sabino, que es conducido a la muerte por las calles y la gente huye de su presencia para que no la comprometa:
–Hacia donde se volvía, hacia donde sus ojos miraban, allí había fuga y soledad.
Rodeada de pelusillas bilderbergianas, Ayuso, al defenderse, ha reunido el valor necesario para cometer la única subversión concebible en un Estado de Partidos: apelar al pueblo. Es decir, incurrir en lo que el buen liberalio llama populismo. Ahora es cuando los demócratas deberían redescubrir la diferencia entre expectativa y esperanza. Pero no se ve ninguno.
[Viernes, 12 de Marzo]