miércoles, 24 de junio de 2020

Olona ante lo gravísimo




Hughes
Abc
 
Ayer presenciamos uno de los momentos parlamentarios más importantes de los últimos años. Macarena Olona se opuso a la violencia de género con una vehemencia distinta que despertó críticas furiosas en la izquierda. “No mata el hombre, mata el asesino”, etc. Los argumentos son conocidos, pero los expuso con una pasión superior. La respuesta también lo fue: desprecio y condescendencia en las miradas de quien le interpelaba, insultos y bajezas de todo tipo en los paniaguados gubernamentales.

No extraña ni la pasión de Olona ni la acritud de sus contrarios porque lo que se debatía era importante. Se discutía una proposición no de ley presentada por el PSOE “para combatir el negacionismo de la violencia de género”.

Leen bien. El término utilizado es “negacionismo”, equiparando la objeción a la ideología subyacente en la ley con la negación del Holocausto. El negacionismo es delito, y hay voces en el feminismo que piden que negar la “violencia de género” también lo sea. Se busca para ello equiparar esa objeción con la negación del hecho mismo del Holocausto, que es una posición de enormes implicaciones políticas, morales y hasta metafísicas. Pero fijémonos en eso: se quiere equiparar una discrepancia ideológica con la negación del Holocausto, con la negación de la realidad misma de un genocidio.

En el texto de la proposición se va más allá, por difícil que sea imaginar que se puede ir más allá. En primer lugar, es una proposición específica para cercar a Vox, o lo que es lo mismo, a sus votantes, “por vez primera -dicen- existe un discurso en las instituciones que niega la propia existencia de la violencia de género”. Según el PSOE, esto pretende “invisibilizar a sus víctimas”. No se trata sólo de una posición ideológica, sino que se le atribuye un ocultamiento deliberado del hecho criminal. Porque para el PSOE no sólo se rompe un consenso (algo prohibido, al parecer, tal es el respeto a la minoría discrepante), es que, y esto es lo más grave, se imputa a quien tenga esa postura algo más que una disensión intelectual o política. Se le imputan graves intenciones y gravísimos efectos. La intención de “invisibilizar” (por tanto, negar a la víctima) y el efecto de “incrementar el miedo, la culpa y la vergüenza que las mujeres victimas sufren. El cuestionamiento de la existencia de la violencia provoca que muchas mujeres tengan miedo a no ser creídas y dificulta que muchas de ellas puedan dar el primer paso para salir del círculo de la violencia”. Leen bien: si alguien discrepa del artefacto intelectual de la ley, está aumentando la culpa, el miedo y la vergüenza de la mujer, impidiendo que pueda reaccionar, que es como decir que está colaborando con el agresor, coadyuvando al sometimiento.

El texto alcanza en ese instante un punto enloquecedor: “El cuestionamiento de la existencia de la violencia provoca que muchas mujeres tengan mido a no ser creídas y dificulta que muchas de ellas puedan dar el primer paso”. Pero nadie niega la violencia en sí.

EL PSOE pide que el Congreso inste al Gobierno a “combatir discursos machistas y negacionistas de la violencia de género”. Es decir, a tomar medidas (¿cuáles?) no ya contra el machismo (que ya se hace, salvo que se ejerza por una ministra o por un lacayo mediático del gobierno) sino contra quienes discrepen ideológicamente del concepto “violencia de género”.

Esto abre la puerta a que se considere el “negacionismo”, elemento para aislar política y socialmente al discrepante, que será “combatido” por el gobierno, adelanto quizás de su tipificación penal. Esto es un atropello a la libertad de expresión y esboza una frontera para expulsar del sistema a Vox o a quienes piensen como Vox, culpándoles de algo que empiezan a prefigurar como un crimen en sí mismo. Llevarles la contraria va a estar ya muy cerca de ser delito.

La proposición cuenta con el apoyo de Ciudadanos y del PP, para quien “la violencia tiene ideología, pero no género”. Se conoce que cuando los etarras mataban a mujeres no lo hacían animados por el terrorismo separatista, sino por su masculinidad.

El discurso de Olona, sola ante este panorama, es de un valor inestimable que asombrará a futuros historiadores y estudiosos del diario de sesiones, que darán con ello como quien encuentra una arcaica vasija romana en una excavación.