La Primera Vez
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Confieso amargamente que aún no he digerido los disparates de nuestra selección en el Mundial. Y me duelen mucho más cuando veo la manifiesta superioridad de nuestros clubes sobre casi todos los demás europeos en cuanto empieza la competición que más gusta al vulgo en general. Personalmente me gusta más la Liga que la moderna Champions porque en la primera suele ganar el que la merece mientras que la Champions se puede conquistar a base de golpes de suerte y no me tachen de antimadridista si me permito proponer a Zinedine Zidane como anunciante de esa lotería que hoy abraza generosa a toda la prensa del país. Si el gol del 93 de Sergio Ramos en Portugal o la noche de Karius en Kiev dan para un sesudo tratado sobre las veleidades de la Fortuna, no son menos determinantes ciertos detalles que se olvidan en favor de la gloria del campeón. Hagan memoria o busquen la falta que no fue y Koeman coló a la Sampdoria...¡la Sampdoria, madre mía!, o la depresión colectiva que contagió la lesión de Salah en la última final.
La primera jornada de Champions nos certifica la superioridad de los nuestros: Madrid, Barça y Atleti. Si de las cinco últimas ediciones, cuatro títulos se los ha llevado el Madrid, el otro el Barça y en dos ocasiones el Atleti ha jugado la final queda claro a quién corresponde el papel de favorito. Si además todo el mundo se ha puesto de acuerdo en que al Real Madrid da gusto verlo jugar, que no extraña a Cristiano y que nadie cuenta con tanto talento junto -lo de Modric, Isco y Asensio en el mismo equipo tendría que considerarse un fraude a la competición- sólo la eterna amenaza de Messi y el indomable espíritu competitivo del Atleti parecen ser digno de tenerse en cuenta.
Porque todo es opinable y en fútbol creo que hasta obligatorio pudiera ocurrir que ahora que el Real Madrid juega como nadie sea eliminado como cualquiera en octavos o cuartos por pongamos uno de los manchesteres. Tal eventualidad convertiría a Lopetegui en peor entrenador que Zidane con esa injusticia resultadista tan perniciosa en la clasificación de los buenos y no tan buenos entrenadores. Valverde, el míster azulgrana, arrastra la maldición de un partido en Roma donde ordenó -suponemos- hacer lo que no saben los jugadores del Barça: defender sin balón. Esa derrota, tan alejada de “la filosofía”, como ahora se dice, futbolística del Txingurri se aireará en tropezón parecido, si ocurriera, y el buen hacer del entrenador vasco no valdría más que para agradecer los servicios prestados.
Son los dos más favoritos. Por detrás el que más empuja como siempre es el Bayern donde como siempre golea Lewandoski. Luego el Liverpool, sobrado de adrenalina y velocidad en la delantera... y por supuesto la Juventus de Cristiano al que un riguroso ayudante sacó de sus casillas. El episodio fue esperpéntico y no merece mayor comentario que la constatación del propósito del fenomenal futbolistas a permanecer toda su vida en una eterna adolescencia. Sobrio el United de Mourinho y de un Pogba con galones de general. Extraña la derrota del City, pero ¡ay! esa desconcertante defensa...