Corneja
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Tenemos por clase política una bandada de cornejas horacianas en una guerra de “masters” que acaba de regalarnos una revelación socialista: la Montón no es del montón.
–¡No todos somos iguales! –grita la ministra Montón, con un máster en la mano.
Con barba, Montón sería peor que Bernard Shaw, que agradó a todos los bohemios afirmando que las mujeres son iguales a los hombres, y luego los enfureció insinuando que los hombres son iguales a las mujeres.
La declaración de Montón se carga la “isogoría” o igualdad de opiniones del chico mastericida de los Escolar; la “isocracia” o igualdad de poderío de Calvo, la paisana de Polla Santa (en carta de puño y letra se refería don Juan Valera, el de “Pepita Jiménez”, a un compadre suyo de Cabra con el nombre de “Polla Santa” porque tenía tres hijos: “las dos de ellas monjas, y el varón, seminarista”); y, desde luego, la “isonomía” o igualdad legal de Lesmes, el de la “Constitución golpeada” como la barquilla de Lope en la patria donde no es la virtud dichosa, “ni se estimó la perla / hasta dejar la concha”.
A Tarradellas, el del “golpe de timón”, le pareció grave error “considerar iguales a los pueblos del Estado”, y en junio del 77 se lo dijo a Suárez, el del café para todos.
–En el comunicado, Suárez quería que constara mi conformidad con un régimen autonómico uniforme, pero yo veía que si se aceptaba este principio España se desmembraría y se convertiría en un Estado ingobernable.
Y todos vuelven a Ortega, con su “proyecto sugestivo de vida en común” para seducir a los catalanes, tomando el hilo de Renan, pero los países son hechos históricos, no proyectos sugestivos (proyectos de países son lo propio del fascismo), y quien diga que sólo los catalanes son sentimentales es que no ha tenido una novia de Soria, la cuna sanchista de Machado.
Nuestras cornejas están “totalmente escueladas” y los “masters” dan la razón a Ivan Illich: la liberación del hombre pasa por la desescolarización de la sociedad.