lunes, 3 de septiembre de 2018

La burguesía socialista



Julio Camba

“Al hombre le repugna la pobreza, que oprime su personalidad y la de los suyos, como lo prueba el fracaso de todas las doctrinas ascéticas. Para alcanzar su plenitud, la vida exige un mínimo de comodidades materiales y espirituales, y todo el mundo tiene no sólo el derecho, sino el deber de lograrlas. Cada época y cada sociedad se rigen por un “standard” o tipo medio de vida, al cual no es lícito renunciar sin comprometer la salud de la especie o el destino personal.”
Luis Araquistáin

(De un artículo de El Sol, no en defensa de las clases trabajadoras, sino en justificación de los altos sueldos que percibían sus dirigentes políticos. 20 de noviembre de 1931.)


Lo único un poco claro de todo cuanto me dice El Socialista en un suelto del 9 de junio de 1934 es que yo no tengo qué comer y que necesito ponerme a escribir para no morirme de hambre. Y ¡cómo me lo dice, señores, cómo me lo dice! Me lo dice con un desprecio en el que, evidentemente, no hay ni sombra de ficción, con un desdén tan real y sincero, que yo no puedo por menos que sentirme anonadado.

No creo que hasta el advenimiento del socialismo la pobreza haya sido considerada jamás en España como una condición abyecta; pero es que en España tampoco ha habido realmente burguesía hasta que el socialismo alcanzó su desarrollo actual. El desprecio a la pobreza es un sentimiento típico y esencialmente burgués, y sólo estos líderes del Partido Socialista, tan bien instalados en la vida, pueden, por consiguiente, experimentarlo entre nosotros. Ya decía un día el señor Araquistáin, distinguido expositor de la moral socialista, que al hombre le repugna la pobreza, “como lo prueba el fracaso de todas las doctrinas ascéticas”.

Yo no sé qué idea tendrá de las doctrinas ascéticas el señor Araquistáin. Al parecer, se imagina que los ascetas eran unos sibaritas desorientados, esto es, unos hombres que si renunciaban a comer pollos para alimentarse tan sólo de raíces, era porque consideraban las raíces mucho más sabrosas que los pollos, y, en este supuesto, hace perfectamente el señor Araquistáin en reírse del ascetismo. Sin duda de ninguna clase, es mejor comer pollos que chupar raíces, y es preferible tener dinero a no tenerlo; pero, con un criterio tan materialista como norma moral, se justificará todo, desde la explotación patronal a la trata de negros y a la trata de blancas. ¿Que por qué este hombre se dedica a robar carteras? ¿Que por qué aquel otro prostituye a su hija o a su mujer? Es que “para alcanzar su plenitud, la vida exige un mínimo de comodidades materiales y espirituales, y todo el mundo tiene no sólo el derecho, sino el deber de lograrlas”. Es que “al hombre le repugna la pobreza, que oprime su personalidad y la de los suyos, como lo demuestra el fracaso de todas las doctrinas ascéticas”. Es, en fin, que “cada época y cada sociedad se rigen por un standard o tipo medio de vida, al cual no es lícito renunciar sin comprometer la salud de la especie”.

Por lo que a mí respecta, diré que si al advenimiento de la República no me he precipitado a solicitar algún enchufe, ello no fue porque ignorase la conveniencia material de estar bien enchufado, ni porque me desagradara lo más mínimo la idea de laborar a mis anchas por la especie, sino porque mientras mis amigos echaban a correr desaforados, atropellándose unos a otros, en busca de cargos, prebendas y sinecuras, a mí me pareció más elegante quedarme sentado en el café. Sí, señores. Cada uno tiene un concepto de la elegancia, y yo considero que hoy, en España, lo verdaderamente fashionable es el andar con los tacones torcidos.

En fin, de una manera o de otra, ello es que yo me veo obligado todavía a hacer artículos para vivir; pero el que yo haga artículos para vivir no le quita ningún valor a lo que diga en ellos de los socialistas. No es que yo tenga forzosamente que atacar a los socialistas, o que los artículos contra los socialistas se paguen con prima en mi periódico, como sería de razón. Nada de eso. A mí me produce lo mismo un artículo contra los socialistas que un artículo contra los marcianos; pero lo que ocurre es que los marcianos me molestan mucho menos que los marxistas.

HACIENDO DE REPÚBLICA
EDICIONES LUCA DE TENA, 2006