I don’t like your peaches
They are full of stones
I like bananas
Because they have no bones...
Julio Camba
Sevilla, 21 de Abril de 1938
He oído el discurso de Negrín. He oído el discurso de Vayo. He oído el discurso de Companys. He oído, en fin, todos esos discursos con que días atrás el Gobierno de Barcelona pretendía, al parecer, contener el empuje de nuestros soldados y lo único que yo me decía al oírlos era lo siguiente:
–¿Por qué se obstinarán los oradores rojos en transmitirnos siempre su elocuencia precisamente a la hora en que todas las emisoras de Londres están radiando música de baile?
Ya conocen ustedes, por poco radioescuchas que sean, las orquestas del Piccadilly y el Savoy. Saxofones, platillos, timbres eléctricos, serruchos, banjos, ukatillys, swanywhistles, calderetas, bocinas de automóvil, ralladores de queso, negros que imitan al buey o a la rana y otros que en el momento rítmico más inspirado cogen un altavoz y hacen:
–Cua... Cua... Cua...
Éstas son las orquestas o jazz-bands del Picadilly y el Savoy, que en el modesto aparato de que yo he dispuesto para oír a Companys, Vayo y Negrín interferían constantemente a la emisora de Barcelona, y el resultado no podía ser más desastroso:
–Resistiremos cueste lo que cueste –decía, por ejemplo, Álvarez del Vayo–. ¿Qué nos importa la Aviación facciosa? Barcelona, igual que Madrid, será una nueva Numancia...
Pero, no bien Álvarez del Vayo hubo pronunciado estas palabras solemnes, cuando se oyó un gran cacareo de gallinas alborotadas. La voz de Vayo fue dominada por completo y, al poco rato, los radioescuchas nos encontrábamos ya en pleno fox-trot.
I don’t like your peaches
They are full of stones
I like bananas
Because they have no bones...
Esto cantaba ahora una señorita desde Londres, informándonos de su predilección por la fruta sin hueso. Vayo, sin embargo, no se dejó vencer así como así. Sacando fuerzas de flaqueza, acabó por dominar la frívola cancioncilla británica y he aquí una modesta impresión del resultado total:
–Resistiremos a todo trance sin apartarnos ni un palmo del itinerario Madrid-Numancia-Barcelona. Los melocotones no me gustan y prefiero los plátanos porque carecen de hueso. Hay que perseguir de un modo terrible no sólo a los traidores, sino también a los incapaces. Viva Durruti y, ahora, a bailar todos la rumba cubana...
¡Pobre Álvarez del Vayo! Al ponerse a hablar días atrás desde Radio Barcelona, el hombre ignoraba, seguramente, que iba a hacer una nueva aportación a la música de jazz, en la que todos creíamos que ya no faltaba nada por oír, pero en la que aún no se le había ocurrido a nadie el introducir de cuando en cuando, como elemento rítmico, un apóstrofe de orador demócrata. ¡Pobre Álvarez del Vayo, pobre Companys y pobre Negrín, convertidos a última hora en artistas de music-hall y sin más colaboración apreciable, después de tanto confiar en la de Stalin y la de Blum, que la de las singing-girls londinenses! Verdaderamente, todo ha acabado ya por ponérseles en contra. Hasta el espacio. Hasta el éter. Hasta las ondas hertzianas...
HACIENDO DE REPÚBLICA
EDICIONES LUCA DE TENA, 2006
They are full of stones
I like bananas
Because they have no bones...
Julio Camba
Sevilla, 21 de Abril de 1938
He oído el discurso de Negrín. He oído el discurso de Vayo. He oído el discurso de Companys. He oído, en fin, todos esos discursos con que días atrás el Gobierno de Barcelona pretendía, al parecer, contener el empuje de nuestros soldados y lo único que yo me decía al oírlos era lo siguiente:
–¿Por qué se obstinarán los oradores rojos en transmitirnos siempre su elocuencia precisamente a la hora en que todas las emisoras de Londres están radiando música de baile?
Ya conocen ustedes, por poco radioescuchas que sean, las orquestas del Piccadilly y el Savoy. Saxofones, platillos, timbres eléctricos, serruchos, banjos, ukatillys, swanywhistles, calderetas, bocinas de automóvil, ralladores de queso, negros que imitan al buey o a la rana y otros que en el momento rítmico más inspirado cogen un altavoz y hacen:
–Cua... Cua... Cua...
Éstas son las orquestas o jazz-bands del Picadilly y el Savoy, que en el modesto aparato de que yo he dispuesto para oír a Companys, Vayo y Negrín interferían constantemente a la emisora de Barcelona, y el resultado no podía ser más desastroso:
–Resistiremos cueste lo que cueste –decía, por ejemplo, Álvarez del Vayo–. ¿Qué nos importa la Aviación facciosa? Barcelona, igual que Madrid, será una nueva Numancia...
Pero, no bien Álvarez del Vayo hubo pronunciado estas palabras solemnes, cuando se oyó un gran cacareo de gallinas alborotadas. La voz de Vayo fue dominada por completo y, al poco rato, los radioescuchas nos encontrábamos ya en pleno fox-trot.
I don’t like your peaches
They are full of stones
I like bananas
Because they have no bones...
Esto cantaba ahora una señorita desde Londres, informándonos de su predilección por la fruta sin hueso. Vayo, sin embargo, no se dejó vencer así como así. Sacando fuerzas de flaqueza, acabó por dominar la frívola cancioncilla británica y he aquí una modesta impresión del resultado total:
–Resistiremos a todo trance sin apartarnos ni un palmo del itinerario Madrid-Numancia-Barcelona. Los melocotones no me gustan y prefiero los plátanos porque carecen de hueso. Hay que perseguir de un modo terrible no sólo a los traidores, sino también a los incapaces. Viva Durruti y, ahora, a bailar todos la rumba cubana...
¡Pobre Álvarez del Vayo! Al ponerse a hablar días atrás desde Radio Barcelona, el hombre ignoraba, seguramente, que iba a hacer una nueva aportación a la música de jazz, en la que todos creíamos que ya no faltaba nada por oír, pero en la que aún no se le había ocurrido a nadie el introducir de cuando en cuando, como elemento rítmico, un apóstrofe de orador demócrata. ¡Pobre Álvarez del Vayo, pobre Companys y pobre Negrín, convertidos a última hora en artistas de music-hall y sin más colaboración apreciable, después de tanto confiar en la de Stalin y la de Blum, que la de las singing-girls londinenses! Verdaderamente, todo ha acabado ya por ponérseles en contra. Hasta el espacio. Hasta el éter. Hasta las ondas hertzianas...
HACIENDO DE REPÚBLICA
EDICIONES LUCA DE TENA, 2006