miércoles, 12 de septiembre de 2018

Buenos propósitos

Entrenamiento entre cascotes 

Que sea para mejor


Francisco Javier Gómez Izquierdo

  Los de la cuadrilla de Gamonal hemos decidido este verano ante el correspondiente lechazo no avergonzarnos por haber sido educados por curas allá en los 60 y 70. Dos pasaron por la  universidad, pero gracias a Dios son cum laude y se aplicaron de modo extraordinario en ciencias que han mejorado a la humanidad. Toño, por ejemplo, que anda entre Portland y Pekín, parando cada poco en Moscú, La Paz o Ciudad del Cabo, no sólo es sabio, discreto y competente, sino que las empresas se lo disputan y le dan a ganar parte de los dineros que genera. En los 70 aún no había, creo -no he sido universitario-, asquerosos titulitos que engordaban el currículo y engrandecían la tontería personal como en los días que corren. Lo poco que entiendo de estos fregados es que nadie te va a preguntar sobre las ¿asignaturas? del máster porque en realidad sólo están diseñados para hacer bulto en los méritos a considerar para un poner, ser ministro o secretario general de algo en el Gobierno de tu parcialidad... o para que la hija o sobrina entre de contratada en la Administración. A ser posible en la paralela, que se gana más.  Cerca ya de la jubilación me cansa la política, todo falsedad e hipocresía y lo que es peor ilegalidad consentida, y vuelvo al fútbol del que no puedo desengancharme.
      
Un sentimiento como de pesadumbre y tristeza -la nostalgia tiene mucho de tristeza-  tras un Mundial en que yo veía a España como favorita, me asaltó cuando el otro día me acerqué a El Plantío, la más amada catedral, y lo vi sin “mi” lateral, aquélla en la que me helé en los inviernos y en la que a su sombra Cruyff se arrugó una tarde como no le pudieron arrugar Benito o Aguirre Suárez. Desde el murete que guarda la orilla del Arlanzón vi entrenar al Burgos de hoy y hasta se pueden ver de balde los partidos, hasta que acaben unas obras que se antojan duraderas. 
      
Como vengo de una educación religiosa mucho más optimista de lo que los charlatanes  de cada día suponen, no me sorprende -hombre, tantos goles sí- la demostración de anoche en Elche de la selección. Ha bastado una pequeña penitencia y un sincero arrepentimiento para que seamos testigos de un propósito de enmienda más que palpable.
     
Antes  de la salida de Lopetegui uno estaba convencido de que España tenía un equipazo. Los jugadores son de los más cotizados del mundo, pero en el Mundial pasó lo que pasó y a 24 horas del inicio el equipo entró en una depresión de padre y muy señor mío. Insufrible el papel de Hierro y sobre todo el de una plantilla irreconocible en junio.
       
Dos meses después, Luis Enrique, buen futbolista y muy buen entrenador, y hasta antier un tipo políticamente incorrecto, ha sacudido la somnolencia y la abulia de un grupo que precisaba de un revulsivo como el asturiano. Rubiales, que hará bueno a Villar, ha acertado con el míster. Los futbolistas ya estaban. Sólo había que barajarlos convenientemente y Luis Enrique lo ha hecho desde la presión, el disparo de fuera del área (¡por qué no tiran, tanto toque ni tanta p...!, decíamos), la importancia del balón que rompe en largo y de los laterales (si no se entiende con Jordi Alba, pues oye....él es el que manda), la llegada de los medios (lo de Hierro con Saúl era inconcebible y ya lo dijimos en Salmonetes...), incluso la confianza en un portero que amenazaba ruina...  Muy bien anoche. Croacia, ejemmm.. se la esperó pero no llegó, pero es innegable que seis goles a la subcampeona del mundo, invitan al perdón de los pecados. ¡Que sigan así!