jueves, 20 de septiembre de 2018

Carasblancas

Beach Boys


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

A Bernard-Henri Lévy hay que verlo como al Cara Blanca del circo intelectual.
El socialismo es un régimen social basado en la explotación de los obreros por los intelectuales –en palabras de Machajski, anarquista polaco.

El “payaso blanco”, que sería Lévy, es, según la Wikipedia, “guapo, elegante, petulante, a veces autoritario y malicioso, y refuerza la valía del augusto”, que sería Soros, en este circo socialdemócrata donde, a base de hacer que las clases dominantes repitan lo que gusta a las clases dominadas, todo es mentira, menos lo malo, y lo que antes fingían creer los ricos únicamente los domingos durante el servicio religioso, que los pobres heredarán un día la tierra, hoy fingen creerlo todos los días en los medios de comunicación. Por eso los pobres huyeron de la iglesia como huyen de los medios y votan no lo que les mandan, sino lo que les sale de la voluntad, que a eso debe reducirse (¡o ampliarse!) la democracia, palabra que todo el mundo alaba, pero que nadie entiende.
Los curas no dejaban pavonearse de la inteligencia y de la belleza, pero sí de la memoria y de la voluntad, justo las dos capacidades que buscan arruinarnos los carasblancas como Lévy, que ignora que el voto no mide la calidad ni la verdad del demos, sino su fuerza, y puesto que los pobres no votan lo que gusta a los carasblancas, entonces, dice Lévy, ha de haber un “Estado profundo” o una “Nación profunda” (con tanto Althuser y tanta “queue”, Lévy no distingue una cosa y otra) que corrija los errores democráticos de la chusma. Y como, en vez del brazo, levantan el meñique, los carasblancas pasan en el circo por liberales, que ahora bailan como Beach Boys el “Bomb, bomb, bomb, Iran” de McCain.
Lévy es el tipo que desde Trípoli llamó a su amigo Sarkozy, aquel De Gaulle con alzas de Fary, para que bombardeara Libia (con ZP y Julito Rodríguez) aún no sabemos si porque encontró un derecho humano muerto en su té o porque no se vendían sus libros en el hotel.

J. W. Machajski